jueves, noviembre 16, 2006

Crónicas de la Jauría

Hola gente, el capítulo 3 ya esta terminado!! YEAH

3 – Por colmillos y garras

Zagra estaba despellejando tranquilamente el conejo que había atrapado con su afilada daga de viaje que siempre traía consigo, de hoja serpenteante y dentada. Aunque no había diferencia entre el día y la noche en el bosque si uno se fijaba en la luz, puesto que la oscuridad era absoluta en todo momento, Zagra sabía que era de noche debido a que los animales nocturnos ya empezaban a salir de sus guaridas a cazar. Del otro lado del claro donde acampaban, Loen hacía lo suyo con su propio conejo, sólo que él había cercenado las patas del conejo y las había colocado en su zurrón. Zagra se encargaba de colocarle las especias a su cena con cuidado, puesto que no le quedaban muchas y quería cuidarlas al máximo. Habían reunido algo de leña seca y encendido un fuego que apenas se avivaba, puesto que el aire en la zona estaba viciado y no era propicio para un gran fuego. Zagra había dispuesto dos ramas a modo de poder clavar los conejos en una tercera y asarlos, pero Loen parecía querer tostar el suyo en cambio. La pareja de guerreros se sentó en extremos opuestos para cocinar sus respectivos conejos, el de Zagra se asaba lentamente mientras le hacía girar periódicamente; el de Loen se tostaba a fuego y carbón mientras lo sostenía, meditabundo. Fue Zagra quien al fin rompió el pesado silencio.
-¿Cómo dijiste que te llamabas, amigo?-
-Jamás te lo dije- fue la seca respuesta de Loen- y no soy tu amigo.-
-Sease como fuere- dijo Zagra, ensanchando su sonrisa- me agradaría saber con quien camino.-
-Loen- dijo el León- Loen Leoncoeur- y cerró la boca con poca intención de volverla a abrir.
Zagra rebuscó en su propio zurrón y extrajo una botella que había “adquirido” de un comerciante ambulante.
-Sabes, si no podemos romper el hielo- dijo mientras destapaba la botella- al menos podemos ahogarla- y, después de dar un largo trago, arrojó la botella hacia Loen, quien la cachó con una mano mientras sostenía su conejo en la otra. Miró detenidamente a Zagra a los ojos y, después de suspirar, dio un largo trago a la botella.

La botella estaba vacía y tanto Zagra como Loen comían ávidamente sus respectivos conejos, el ligero alcohol les había soltado un poco más la lengua y ya hablaban entre sí como amigos, contándose cómo habían terminado cada quien y cada cual en el coliseo. Loen había sido vendido como esclavo hacia tiempo, y había escalado posiciones gracias a su innata habilidad para el combate. Pero lo que en verdad anhelaba desde hacía mucho era la libertad, aunque jamás en verdad había tenido un rumbo ni razón alguna como para dejar su vida de gladiador atrás. La pena de muerte que le habían impuesto había sido justo el incentivo que necesitaba para obtener su libertad. Zagra, por su lado, le contó que se había embarcado desde sus 16 años para conocer el mundo y convertirse en un mercenario y guerrero legendario. Los conejos se habían terminado demasiado pronto y los guerreros descansaban. Loen extrajo de su zurrón una pipa de madera y arrancó algo de pasto del suelo, lo acomodo en la pipa, y la encendió; Zagra le miró extrañado, pero guardó silencio mientras extraía dos botellas más de su zurrón y lanzaba una a Loen.
-Dime- dijo Loen, después de exhalar una gran fumarola- ¿cómo es que llegaste hasta este perdido páramo del Creador si vienes de tan y tan lejos?-
-No lo sé en realidad- contestó Zagra- simplemente quise viajar lejos, conocer todo aquello que de otra forma no conocería, visitar lugares de leyenda, medirme con los mejores del mundo…-
-Y huir del pasado- terminó Loen por Zagra.
-¿De qué hablas?- inquirió Zagra- no huyo de algo.
-En tus ojos veo que huyes del pasado- sentenció Loen- y que deseas ser más que un campesino; te daré un consejo: ten cuidado, pues los sueños son más peligrosos incluso que aquellos que desean verte muerto.-
Guardaron un sepulcral silencio, se vieron intensamente a los ojos, y prorrumpieron en sonoras carcajadas. Estaban ebrios.
Con torpes pasos, Zagra se arrastró hasta las raíces de un viejo roble, mientras Loen hacía un tanto a varios metros de ahí. Dejaron la fogata a morir sola, junto con el fuego de la pipa. El joven Lobo empezó a entrar en la vigilia, entre el sueño y la conciencia, pensando en por qué en verdad se había alejado tanto de su pueblo natal. A su mente llegaron imágenes confusas de varios hombres siendo descuartizados por un muchacho enloquecido, pero Zagra no pudo llegar a reconocer al guerrero, pues el sueño le venció.

Zagra caminaba por un valle cálido en medio de su soledad. Iba a cuatro patas, con el hocico abierto y jadeaba aunque no tuviese calor; avanzaba con un trote corto pero constante. No tenía rumbo ni sentido salvo aquel que el instinto le dictaba, y en ese momento deseaba beber. Se encamino por una estrecha senda hasta donde olía agua y, al acercarse a un lago, empezó a jadear aún más y realizó una pequeña carrera hasta la orilla, donde hundió el rostro y lengüeteó todo lo que pudo hasta saciar su sed. Cuando abrió los ojos, recibió un susto tremendo, pues le devolvió la mirada un lobo gris, con los ojos tan negros como la noche, un hocico largo repleto de afilados colmillos y orejas largas y afiladas. De la noche surgió un largo y melancólico aullido; Zagra alzó la vista y se encontró cara a cara con un majestuoso lobo blanco como la misma Luna, de ojos amarillos y colmillos tan blancos como su pelaje, Zagra parecía un perro callejero en comparación de tan majestuosa bestia. El Lobo Blanco bajó el hocico y bebió tanto como Zagra, alzó su rostro y le clavó la fría mirada a Zagra, quien quedó inmovilizado.
-Tu tiempo se ha terminado, hijo de la noche- dijo el Lobo Blanco, ladrando palabras que no habían sido hechas para una garganta lupina- el viento ya trae la muerte y desolación de las tierras lejanas.-
-Yo no soy quien para volver allá- dijo Zagra- lo hecho, hecho está- bajó el rostro y agregó- ya no soy bienvenido en esas tierras.-
-Debes hacerlo- dijo el Lobo Blanco- debes enmendar lo hecho y rehacer lo deshecho.-
-Yo no tengo la fuerza de hacer tales cosas- se excusó el joven Lobo.
-Entonces deberás hallar aliados, aquel cuya carisma atraiga a las masas; aquel cuya fuerza mueva montañas; aquel cuya inteligencia sobreviva al tiempo; aquel cuya destreza engañe ojo y mente. Debes hacerlo, con colmillos y garras.
Dicho esto, el Lobo Blanco aulló una vez más a la Luna, y desapareció.
Zagra despertó bañado en sudor con la cabeza apoyada en la raíz de un viejo roble, se enderezó y se enjugó el sudor con la capa de lobo que traía como cobija; miró atentamente la capa, y la arrojó lejos de sí. Para conjurar los malos sueños, pensó.

Zagra se despertó al alba, o al menos lo que debería ser el alba en tan oscuro bosque, y se desperezó al instante, descubrió que tenía erizada la piel debido al frío que le produjo la humedad del bosque e inmediatamente se acercó a su raída capa para protegerse del frío. Tropezó con una raíz salida y cayó de bruces sobre la capa, la tomó entre sus dedos y se empezó a poner de pie con su brazo diestro, de repente una punzada de dolor agónico le recorrió el cuerpo entero y recordó la dolorosa mordida del león del coliseo. Se sonrió amargamente y se levantó usando su otro brazo; buscó a Loen en el claro con la poca luz que filtraban las hojas, pero no lo halló en ningún lado, aunque sí a sus cosas y un conejo asado ensartado en un recién apagado fuego. Zagra lentamente se acercó al conejo y empezó a devorarlo ávidamente. Estaba ajustándose su capa mientras recordaba cómo la había conseguido, una historia en verdad extraña y bastante dada a engrandecerse, pero una historia interesante al fin y al cabo, cuando de repente Loen entró al claro con un tercer zurrón al hombro.
-Provisiones- anuncio indiferentemente- ya sabes, para más adelante del viaje.-
-Pareciera que tienes un destino en mente- dijo Zagra mientras escupía un trozo de carne dura lejos de sí.
-Lo tengo- aseguró Loen- mi pueblo natal, Arclentari.-
-¿Dónde demonios queda eso?- inquirió Thoras- es uno de esos pueblos perdidos de la mano del Creador, ¿no es así?-
-No- aseguró Loen- un pequeño pueblo minero y agrario cruzando las Cordilleras Afar.-
-Esas cordilleras están perdidas de la mano del Creador…-dijo Zagra.
Loen le lanzó una mirada asesina, pero sólo suspiró exasperado y soltó el zurrón.-
-¿De dónde sacaste todo eso?- inquirió Zagra.
-Estamos bastante cerca del camino del Rey, ¿sabes?- contestó Loen- sólo compré cosas a algunos comerciantes que pasaban.-
-Entonces, sigamos por el camino- sugirió Zagra- estoy empezando a cansarme de buscar caminos en medio de la negrura del bosque.-
-Hallo eso poco prudente, lobito- dijo Loen- necesitamos alejarnos del camino para que no nos hallen.-
-Concedido- dijo Zagra- pero aún así, me gustaría ver algo de luz antes de continuar el camino.-
-No ve por qué no- dijo Loen con una ancha sonrisa- pero debemos recoger aquí primero para no dejar huellas.-
-¿No crees que eso es un poco demasiado cuidadoso?- inquirió Zagra.
-Jamás se es demasiado cuidadoso, ni un poco- sentenció Loen.
La pareja de guerreros tomó todo lo útil del improvisado campamento y quemó el resto con cuidado; se acercaron un poco a la vereda para que Zagra pudiese aclararse los ojos. Al llegar al camino, desde las sombras, fueron testigo de un inminente robo a un par de jóvenes, mujer y hombre. Zagra se sonrió, el había hecho tales cosas en su juventud y las recordaba con algo de nostalgia; pero de inmediato notó que los asaltantes buscaban algo más que robar.
-Tenemos que ayudarlos- dijo Zagra.
-¿Por qué habríamos de hacerlo?- inquirió Loen- somos tan criminales como esos bandidos, no somos héroes, lobito.-
-No- dijo Zagra- pero somos seres humanos, y no se tú pero yo haré algo.-
-No puedo disuadirte, ¿o sí?- preguntó Loen.
-En absoluto- sentenció Zagra- si quieres, puedes ayudarme, yo veré que hacer de todos modos.-
Loen y Zagra se arrodillaron y avanzaron un corto trecho más; Loen enarboló sus mazos a la vez que Zagra desenvainaba su espada pero, justo cuando estaban listos para saltar y atacar, Zagra tuvo una idea.
-Momento- susurró a Loen- deberíamos tener algo así como un grito de guerra, ¿no lo crees?-
-¿A qué demonios te refieres?- demandó Loen- no estamos para historias románticas de héroes de leyenda, limítate a matar y ya.-
-Tranquilo, gatito- dijo Zagra- ya que somos pareja, necesitamos algo así que nos reconozca como tal.-
-¿Qué demonios sugieres?- inquirió Loen, frustrado.
Zagra meditó unos instantes y recordó su sueño.
-Con colmillos y garras- dijo al fin.
-¿Qué clase de grito de guerra es ése?- preguntó Loen- no me vas a tener gritando Con colmillos y garras, cada vez que saltemos sobre un enemigo- meditó unos segundos y dijo- cambiémoslo por algo como Por colmillos y Garras.-
Zagra sonrió- hecho- dijo.
Loen enarboló de nuevo sus mazos y saltó mucho antes de que Zagra tuviera oportunidad de ponerse en pie debido a su brazo lesionado. Zagra alcanzó a oír bastante claro el grito de guerra de su amigo, y el inquietante sonido de dos cráneos al ser aplastados por dos mazos.

Por colmillos y garras- se dijo Zagra- y en verdad que así será.

martes, noviembre 14, 2006

Crónicas de la Jauría

Hola gente, capítulo 2. Disfruten.

2 – El León Sagrado

Ambos guerreros chocaron armas, la espada larga de Zagra rebotó ante el tremendo embiste de los mazos gemelos de Loen, propulsándolo hacia atrás. El guerrero cayó de espaldas duramente contra la arena seca del piso y apenas tuvo tiempo de girar en el suelo para evitar que uno de los mazos de Loen le aplastara la caja torácica. Zagra se giró a tiempo para darle una patada en el rostro a Loen, la cual, sin el casco, le habría quebrado todos los huesos del rostro; la patada sólo aturdió al León lo suficiente para que el Lobo se pusiera en pie y revisara el campo de batalla buscando alguna ventaja.
-Vaya, me has sacado el aire, gatito- dijo Zagra, midiendo sus palabras.
-No será la única cosa que te saque, lobito- dijo Loen, levantándose lentamente, pues la patada de Zagra lo había derribado- Antes de que acabe el día me habré hecho unas botas con tus tripas.-
Loen enarboló sus mazos y empezó a hacerlos girar en el aire diestra y velozmente, hacia la izquierda y derecha, de arriba abajo, para despistar a Zagra con respecto a dónde golpearía, pero el joven guerrero no había sobrevivido tanto tiempo sin aprender un par de trucos. Loen giraba todo el cuerpo en su despliegue de habilidad, lo cual era un craso error, dejaba su espalda descubierta el suficiente tiempo para que Zagra golpeara, y lo haría.
Zagra alzó su espada de modo que la empuñadura le quedase al lado del rostro, y cargó contra Loen; éste último estaba tan enajenado haciendo girar sus mazos que apenas se dio cuenta de que Zagra estaba cargando contra él, y eso le costó caro.
La espada de Zagra silbó al cortar el viento en el terrible arco que hizo para golpear a Loen, golpeó en la mano zurda del León y éste soltó el mazo que sostenía con ella. Parecía que la armadura le había salvado de perder la mano, pero aún así el golpe propinado fue brutal; el León, iracundo, descargó su mazo con una velocidad inhumana en el pecho de Zagra, quien fue lanzado a varios metros de donde estaba. El joven guerrero se levantó con torpes movimientos, escupiendo sangre y respirando trabajosamente.
-Vaya- empezó Loen- Lobo que ladra no muerde…-
-Vete… al… demonio- fue lo que consiguió decir Zagra entre sus jadeos mientras buscaba su espada; la espada estaba a los pies de Loen, más allá del alcance de Zagra.
Loen levantó la espada de su contrincante y la examinó, era un bello trabajo, con filigrana de oro en la empuñadura, la hoja era de acero templado y medía unos 120 centímetros; aunque gastada, era una buena espada.
-Venga- dijo Loen clavando la espada en el suelo- a por ella, lobito- y enarboló su mazo con ambas manos, dispuesto a no permitir que Zagra se acercase.
Zagra se incorporó en toda su altura y fijo su vista en la espada, se sonrió amargamente y sentenció:
-Cuando la liebre es vista por el Lobo, su vida ha terminado. Cuando pusiste pie en este coliseo, ya estabas muerto.-
Loen pareció turbado con el comentario, pero prontamente frunció el ceño y dijo: Deja que sean tus manos las que hagan tus palabras ciertas.
-Que sea un combate a mano limpia, León, sólo un imbecil le confiaría su vida a un arma, ¿no lo crees así?-
Loen bajó su mazo, se retiró el casco y dejo al descubierto su rostro: era un joven de 23 años, de tez morena, rostro afable, pero endurecido. De ojos castaños y cabello de igual color. Arrojó el casco lejos de sí e hizo un tanto más con las rodelas que tenía atadas a los antebrazos. Pateo sus mazos lejos de sí y abrió los brazos, invitando a Zagra a atacar.
El Lobo se acercó lentamente al León mientras se ponía unos guantes en sus desnudas manos, cuando estaban a menos de 3 metros de distancia, le miró atentamente, se desabrochó la capa y la sostuvo con su mano izquierda.
-Dime, León, ¿sabes tú por qué un Lobo caza de noche?- preguntó Zagra con aire de sabio.
-¿A qué te refieres?- inquirió Loen.
-Por qué en la noche, nadie lo ve- y arrojó su capa contra el rostro de Loen. Zagra se lanzó a una velocidad vertiginosa y le propinó un tremendo golpe donde debía estar su nariz; el León, aún cegado por la capa, trastabilló y cayó cuan largo era. Zagra se lanzó para sacar su espada de la tierra. Forcejeó momentáneamente con la tierra hasta que ésta escupió su espada, se giró para encarar a Loen, pero el León ya estaba encima de él.
Se trabajaron en un forcejeo para poseer la espada, hasta que Loen torció la mano de Zagra lo suficiente para que el joven guerrero la soltara y le propino un rodillazo en el estómago al Lobo. Zagra contestó con un cabezazo que asestó directamente en el rostro de Loen, lanzándolo hacia atrás. El Lobo se arrodilló para recoger su espada cuando el León le saltó en la espalda y lo inmovilizó poniéndole la rodilla en la columna y el brazo derecho en el cuello. El aire empezó a faltarle al Lobo mientras se debatía entre los brazos del León para liberarse, hasta que golpeó los costados del León con ambos brazos y le extrajo el aire y las fuerzas, se liberó y le propino un cabezazo nuevamente, con la nuca.
Zagra se giró para encara a su enemigo y, con la fuerza que agarró con su giro, le propinó una tremenda patada en el pecho, la cual lanzó volando al León y lo dejo tirado. Zagra recogió tanto su capa como su espada y empezó a acercarse al León.
-Vaya- empezó la burla de Zagra, mientras se ajustaba la capa a los hombros- dime, por favor, Oh, gran León… ¿en qué mundo me habrías ganado tú a mí?- continuó acercándose; inició un pequeño trote con el fin de apurar el final pero, justo cuando estaba cargando con espada en alto, una trampa en la arena se abrió y liberó a un enorme león que se lanzó de golpe contra Zagra y, aunque el joven guerrero logró atravesarle el pecho con su espada, le mordió el brazo derecho con la suficiente fuerza para inutilizárselo. El león moribundo mantuvo la mordida hasta su último respiro, para desgracia de Zagra, quien sentía como la fuerza de su brazo disminuía drásticamente.
Loen se había levantado hacía momentos y se acercaba a Zagra con pasos triunfales y sus mazos en cada mano. Movió el cadáver del León, descubriendo a su rival y desarmándolo al mismo tiempo, pues la espada de Zagra quedó clavada en el león. Loen, a manera de todo gladiador, giró su vista hacía lord Pentor con el fin de saber que sería del Lobo.
-¡Muerte, muerte, muerte, muerte!- bramaba la multitud, enajenada y enardecida por el combate. Lord Pentor se levantó tranquilamente y se hizo el silencio, levantó en el aire un estático puño para determinar si Zagra vivía o moría. Zagra sintió que todo el aire de sus pulmones, junto con sus tripas y estómago, le abandonaba con celeridad. Pentor sostuvo, finalmente, su pulgar hacia abajo, sentenciando la muerte de Zagra.
-Lo siento, muchacho- dijo Loen, y en verdad parecía que lo sentía.
-Haz tu peor intento, gatito- desafió Zagra. Y, en cuanto Loen enarboló ambos mazos para rematarlo, Zagra soltó una hábil patada en las espinillas de su oponente y lo derribó. Loen le pateó el rostro y se reincorporó, pero esta vez con sólo un mazo en mano, pues el otro había salido volando al caer su dueño. Zagra se logró arrodillar para encarar su fin de manera más estoica y, justo cuando Loen descargó su segundo golpe dirigido hacía el rostro de Zagra, éste último detuvo el mazo con su mano izquierda y así lo mantuvo, Loen no podía moverlo ni un milímetro hasta que Zagra se lo arrebató y se puso en pie. Sonó un silbato y de inmediato se abrieron las puertas que daban hacía los prisioneros. De ellas salieron los guardias de Lord Pentor junto con quien debía ser su consejero, sin embargo, Pentor en persona seguía en la seguridad de su balcón.
-Baja tu arma ante Lord Ilkas- sentenció uno de los guardias. Zagra, asumiendo que tal lord era el consejero, se sonrió y dijo- Me la quitarás de mis manos frías y muertas.-
Loen le puso una mano sobre su hombro y con la mirada le aconsejó que tirara el arma, cosa que Zagra hizo a regañadientes. En ese momento, Lord Ilkas se acercó a ambos guerreros y dijo:
-Lord Pentor ha sentenciado la muerte del susodicho Zagra, la cual será realizada ya sea por Loen o los mismos guardias.-
-Que vengan y traten- dijo Zagra- me cargaré a cuanto soldadito me envíen.-
-Sea así- dijo Ilkas- Loen, ¿acarrearás tu cargo, no es así?-
Loen lo meditó por un momento y dijo: No puedo hacerlo.
-Entonces lo haré yo mismo- dijo Ilkas.
-Espera- apuró Loen- lo haré, lo haré. Denme una espada.-
Uno de los guardias le arrojó una espada y Loen la recogió; se acercó a Zagra y alzó la espada. Pero la espada no cayó, Loen no halló la fuerza para matar al Lobo, y dejó caer la espada.
Los guardias se acercaron a ellos y, sin esfuerzo, sometieron a Loen y a Zagra, pues ninguno tenía en verdad fuerzas aún para luchar. Zagra recibió un tremendo golpe en la nuca, cerró los ojos y no vio más.

Despertó en una celda, con grilletes en ambos pies, se sonrió ante la ironía, pues todo había empezado en una prisión, y ahí terminaría. Loen se encontraba junto a el, meditabundo.
-¿Qué nos hará tu querido Lord Pentor a su debido momento?- preguntó Zagra.
-Ejecución pública en la plaza del pueblo- dijo Loen indiferentemente- probablemente nos fusilarán.-
-¿Por qué demonios no me mataste allá?- inquirió Zagra- no pareces del tipo que se sacrifique por la justicia.-
-No lo sé- dijo Loen sin mirarlo- sólo pensé que alguien como tú no merecía morir de esas forma, aunque morir fusilado no es tampoco una muerte digna.-
-Entonces moriremos juntos acribillados por cobardes malparados- bromeó Zagra- ¿alguna confesión?-
-Si- dijo Loen- no planeo morir aquí. No creas que eres el único gladiador que salió de la prisión, niño. Se levantó y Zagra descubrió que la razón por la que había estado encogido era por que estaba soltando sus grilletes. Se giró a la pared y empezó a palparla. Tocó una piedra y la pared se deslizó con facilidad. Un pasadizo secreto. Loen cogió su capa, lo único que le habían permitido conservar, y empezó a cruzar el pasadizo.
-¿Me vas a dejar aquí?- inquirió Zagra, un poco asustado.
-¿Por qué no debería hacerlo?- dijo Loen- no es como si tuvieras una gran utilidad para mí.-
-¿Sabes atravesar el bosque?- dijo Zagra, desesperado- es el único camino seguro que podrás tomar cuando escapes, en campo llano te encontrarán.-
Loen lo miró unos segundos y se regresó a soltarlo. Segundos después, ambos guerreros descendían por las cloacas de la ciudad hasta que llegaron a un pequeño canal. Ahí les aguardaban sus armas y algunas provisiones.
-¿Cómo llegó todo esto aquí?- inquirió Zagra.
-Mi gente- dijo Loen- aunque no sé por qué trajeron tus cosas.-
-Sabían que haríamos pareja- dijo Zagra- un León y un Lobo son un buen dúo.-
Loen le lanzó una mirada asesina, y reemprendieron la marcha.

Salieron de las cloacas al atardecer, justo cuando se podían mezclar entre los que acampaban para entrar al día siguiente, pues las puertas ya estaban cerradas.-Vamos- dijo Zagra- tenemos poco tiempo.- Loen lo siguió hasta los lindes del bosque y se detuvo para voltear a ver por última vez la ciudad que había sido su hogar por tanto tiempo, y se adentró en el bosque. Zagra, a su vez, miró la absoluta oscuridad que el bosque ofrecía en ese momento, y en sus ojos se reflejaba la misma negrura. Probablemente era sólo el reflejo de la noche, o tal vez era un reflejo de la oscuridad que estaba a punto de desencadenarse en su futuro.

viernes, noviembre 10, 2006

Crónicas de la Jauría

Hola, gente, al fin vuelvo con más basura. Escribiré basura sentimental algo después, por el momento, les dejo el primer capitulo de las Crónicas de La Jauría Sagrada.

1 – El Lobo Sagrado

Zagra dejó caer su espada con desdén, la cabeza del bandido se separó limpiamente del cuerpo. Levantó la espada, la limpió con su raída capa y la enfundo con desgana. El joven guerrero estaba rodeado de tres asaltantes, en medio del claro de un pequeño bosque a las afueras de la ciudad de Río Negro. El solitario guerrero había abatido sin esfuerzo alguno a los asaltantes y se concentraba en quitarles cualquier cosa de valor. Ladrón que roba a ladrón. Se levantó en silencio con poco más que pan duro y una cantimplora vacía, pero en buen estado; se acomodó tranquilamente la capa de lobo que traía a los hombros y se ajustó el cierre, formado por el hocico del lobo, y alisó los pliegues de la capa. Reemprendió la corta marcha que quedaba entre Rió Negro y el bosque.

-No puedes pasar, muchacho- dijo el guardia de la entrada, un hombre con bigote de morsa- la puerta se cierra al atardecer y nadie, salvo un mensajero, puede pasar a tal hora.-
Zagra tranquilamente asintió con la cabeza, dio media vuelta y se alejó de la entrada principal. Sabía a ciencia cierta que una de las cloacas de la ciudad lo llevaría a una cama caliente y una comida decente, sólo tenía que evadir las guardias de la zona, lo cual sería simple, debido a lo pacífico del lugar. En su camino vio cómo a lo lejos los comerciantes alzaban sus tiendas de reposo para pasar la noche y entrar al amanecer del día siguiente. Los mercenarios que habían contratado ya montaban sus guardias. Zagra se sonrió, sabía que en esa zona era más probable que se cayera el cielo a que los bandidos atacasen. Encontró rápidamente la cloaca que buscaba y entro fácilmente con tan sólo mover los barrotes oxidados; oscuridad, y nada más. Desenvainó la espada y entró.
Zagra se sonreía; lo habían atrapado, sí, pero a fin de cuentas estaba bajo un techo caliente y con comida en la barriga. Los barrotes de la pequeña prisión que servía también de cuartel para la guardia de las alcantarillas eran bastante delgados y Zagra sabía que, de quererlo, podría tumbarlos, pero sólo quería dormir. Lo soltarían al día siguiente y no tenía prisa alguna por salir, no tenía dinero que gastar ni destino alguno. Le alegró el hecho de que le permitieron conservar su capa de lobo gris que traía sobre los hombros en todo momento; se acomodó en la cama de piedra que tenía a mano, y durmió profundamente.

La mañana llegó sin eventualidades. El carcelero le había interrogado sobre su intrusión en las cloacas; Zagra respondió que sólo quería entrar a dormir, el hombre se rió y le dijo que lo había logrado, y encima de todo, gratis. Aún debía permanecer ahí un par de horas más en lo que se hacía el papeleo y el jefe de la guardia daba permiso para soltarlo, todo parecía que seguiría sin algo interesante en el día, hasta que un mensajero entró con las cinco palabras que cambiarían la vida de Zagra para siempre.
-Necesitamos hombres en el Coliseo- dijo el joven mensajero.
-¿No bastan los que mandamos ayer?- pregunto el capitán- mandamos más de 35, ¿acaso crees que tenemos más presos que mandar a morir?-
-Tienen uno- dijo el mensajero señalando a Zagra- y Lord Pentor ha comandado mandar todo lo que haya disponible, eso lo incluye- y, con aire altanero, se alejó.-
-Parece que la suerte no te sonríe hoy, muchacho- dijo el capitán a Zagra- nadie le ha ganado a Loen el León en más de 6 años de lucha.-
Zagra, silenciosamente, se sonrió y asintió con cansancio.
-Me han de regresar mis cosas para la lucha, ¿me equivoco?- preguntó con indiferencia.
El capitán bramó órdenes, trajeron sus cosas, le pusieron grilletes y se lo llevaron. Zagra no sabía quien demonios era Loen, sólo sabía que su racha invicta se acababa hoy.

El Coliseo era majestuoso, digno de una ciudad tan grande como Río Negro, o tal vez más, pues la gente de la ciudad basaba toda su recreación en ese lugar. Tenía tres pisos y cabían más de 5000 personas. Zagra entró por las catacumbas, donde decenas de hombres aguardaban su triste final, oía los rugidos de las fieras que tenían listas para soltar. Por el sonido, en su mayoría eran leones, tal vez por eso el nombre tan trillado de su campeón, Loen el León. Le ofrecieron armas de mejor calidad que las suyas, pero estaba demasiado encariñado con su vieja espada y armadura como para cambiarlas si ni siquiera iba a sudar en el combate. La suya era la lucha final, y la estaban presentando desde fuera en lo alto, Zagra alcanzaba a oír con bastante claridad lo que sucedía y se decía fuera. La batalla era en honor a la liberación del reino de Gar-Hinurub, de los “bárbaros” guerreros del norte. Zagra representaría las hordas bárbaras, mientras que los liberadores del reino serían liderados por el mismísimo Loen. Zagra se sonrió al oír el final de la anunciación y ver la luz entrando por la puerto de la que saldría a luchar. Se sonrió, desenvainó la espada y se lanzó a matar.
Los guerreros del coliseo eran escoria, Zagra estaba cambiando la historia del reino en el coliseo mismo sin dificultad alguna. Su espada segaba vidas como un campesino siega trigo maduro; un espadazo por aquí, un diestro golpe con el puño por allá; los pocos que quedaban vivos eran asesinados sin piedad por los pocos compañeros que Zagra tenía. Todo parecía tan fácil, tan simple que llegó el momento en que Zagra se empezó a aburrir, hasta que sonó una trompeta en lo alto y se detuvo la lucha. Hasta el momento no había rastro del gran Loen, pero Zagra sentía que en ese momento, se haría presente. Una enorme puerta de acero se abrió y por ella cruzó un guerrero con armadura de bronce y una capa de león tan gastada, pero de tan buena calidad, como la de Zagra; el casco era una mezcla de rostro de hombre y de león, Zagra estaba seguro, éste era Loen el León.
Zagra apenas y tuvo tiempo de apreciar a su contrincante, pues casi a la par soltaron tres majestuosos leones sobre los supervivientes bárbaros. Uno se lanzó contra Zagra, pero el joven guerrero diestramente le atravesó la garganta sin problema alguno. Se giró para encarar a Loen, pero los dos leones que quedaban le cerraban el paso. El hecho no le molestó, los guerreros bárbaros entretendrían lo suficiente a Loen mientras daba cuenta de los leones.
En efecto, los guerreros apenas duraron lo suficiente para que Zagra matase al par de leones.
-Espero que tu título de León sea bien merecido- dijo indiferentemente Zagra.
-¿Cómo te llamas, campesino?- fue la respuesta de Loen.
-Me dicen Zagra… Zagra Matatrolls- dijo el joven guerreo alistando su espada larga.
-¿Qué clase de título es “Matatrolls”?- se burló Loen sin saber que era un apellido, no un apodo, observó atentamente la capa de Zagra y, girándose hacia quien debía de ser Lord Pentor, dijo- Mi señor, me encantaría darle un espectáculo especial- bramó- esta tarde se enfrentan dos bestias. ¡Loen el León y Zagra… el Lobo!-
La gente estalló en aplausos al darse cuenta por vez primera de la capa de Zagra; Él se la ajustó un poco más y nuevamente alistó la espada.
-Parece que el cachorro en verdad se cree un Lobo- se burló Loen.-Veremos- sentenció Zagra. Y se arrojó a la batalla.
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