Crónicas de la Jauría
Hola gente!! Les entregó el séptimo y, hasta ahora, más largo capítulo de mi saga. Disfrútenlo y comenten!!
¡¡¡¡Por Colmillos y Garras!!!!
7 – Zarrih
Los tres compañeros se asentaron a descansar y beber agua no muy lejos del linde del bosque; Iksa y Zagra habían charlado enérgicamente todo el trayecto, pero Loen se había mantenido a raya de la conversación, taciturno y huraño. El león estaba aún meditando en el reciente conocimiento que había obtenido sobre Zagra; Iksa, como siempre, olvidaba con facilidad y dejaba ser las cosas como debían ser, no juzgaba hasta ver. Loen, en cambio, no podía dejar de lado tales hechos, ni podía alejar de su mente la imagen de Zagra partiendo limpiamente en dos a aquel hombre. No era posible que alguien como él fuese tan brutalmente salvaje y, sin embargo, ¿no había luchado como un poseso cuando se enfrentaron en el coliseo? En todo esto pensaba el león cuando de repente un brazo le rodeó los hombros, salió de su ensimismamiento y se dio cuenta de que era Zagra.
-¿Hundido en tus pensamientos, gatito?- dijo Zagra con una sonrisa alegre- si no cuidas por dónde vas acabarás de cabeza en la madriguera de un mapache.-
Loen sonrió. Tal vez Iksa tuviera razón, no había gran veracidad en el hecho de que alguien tan torpe y noble como Zagra fuese semejante asesino. Pero Loen no habría sobrevivido tanto en el coliseo dejándose llevar por lo que veía. Un segundo y enorme brazo se posó en su hombro por el otro lado.
-Vaya, Loen- dijo Iksa- te ves cansado, ¿será que el bosque ha adormilado tus sentidos?-
Loen se soltó de ambos y se volvió hacía ellos con una sonrisa.
-¿Eso creen?- dijo, aún sonriendo- veamos quien esta más dormido.-
-Venga- dijo Zagra, y se lanzó sobre su amigo.
Zagra atrapó a Loen entre su brazo y antebrazo izquierdo a la altura del cuello y apretó, asfixiando a su amigo; Loen se zafó de su llave y derribo al lobo contra la hierba húmeda, cayendo de rodillas sobre su pecho. Zagra, sonriendo, aunque un poco frustrado, golpeó las costillas de Loen varias veces hasta que logró sobreponerse a él, derribándolo a su vez colocando su codo sobre su garganta, Loen le torció el brazo y lo puso de cara contra la hierba. En ese momento Iksa los apresó con sus manos y lo elevó en el aire.
-Dejen de actuar como niños chiquitos y compórtense bien- dijo mientras sus dos amigos se alisaban las ropas aún en el aire, sonriendo y riendo- tenemos que atravesar lo más que podamos de día para que no nos alcance la noche.-
En ese momento un tronido atravesó el bosque. El soplar de un cuerno.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó Iksa, quien desconocía todo aspecto de la guerra.
-Un cuerno, toro- dijo Zagra, sin voltearle a ver- y no creo que sea un cuerno de caza.
A lo lejos sonaron más cuernos por todo el bosque; ahí donde sonaban, las aves levantaban el vuelo, asustadas por el estruendo.
-Vayamos a ver qué esta pasando- dijo Loen y, sin esperar a ver si los otros dos le seguían, salió al encuentro de quienes soplaban esos cuernos.
La curiosidad matará al León- se dijo Zagra, y lo siguió junto con Iksa.
Llegaron a un claro donde se reunían tropas alrededor de un carromato; infantería y arqueros por igual se alineaban alrededor del carromato como a la espera de órdenes, y quienes las daban eran un par de guerreros, un alto y delgado, aunque fornido, hombre de tez blanca y cabello castaño oscuro, vestido con una brillante armadura, en su mejilla derecha tenía un extraño tatuaje: una media luna invertida sobre de un par de líneas que lucían como rasguños; y una mujer relativamente baja, de piel blanca y cabello castaño claro, quien vestía, a diferencia de su compañero, ropa menos protegida, una camisa de cuero con hombreras y, aunque también tenía unos pantalones de cuero, una falda de tamaño desigual, el lado derecho era terriblemente largo, pues casi tocaba el suelo, mientras que el izquierdo apenas habría cubierto su entrepierna de no ser por el pantalón. Mientras observaban todo esto, más hombres se reunían en el claro, eran al menos seis veintenas de ellos, todos ellos armados hasta los dientes, y muy bien armados. De repente, una voz áspera y mordaz sorprendió a los tres guerreros que espiaban el claro.
-¿Y quién demonios se supone que son ustedes tres?- dijo el dueño de la voz.
Zagra, Loen e Iksa se giraron al mismo tiempo; observaron al recién llegado del mismo modo que la serpiente observa a la mangosta antes de atacar. Era un muchacho joven, tal vez más joven que incluso Zagra, de tez morena y cabello castaño oscuro. Portaba una espada corta que traía desenvainada y una pequeña rodela de acero tachonado que tenía amarrada en el codo izquierdo. Su armadura, aunque pobre, se veía de buena calidad y mucha dureza; Zagra notó que el joven no estaba solo, detrás de él había más de treinta hombres, pero el que más destacaba era otro joven, de la edad de Loen, sino es que un poco más grande, de cabello negro y largo, terriblemente largo, un rostro duro y enorme, achaparrado pero con una espalda tan ancha como la de Loen, quien le sacaba al menos una cabeza.
-Danos tu nombre, y te daremos los nuestros- dijo Loen al joven que iba a la cabeza.
-¿Por qué habría de presentarme ante tres hombres muertos?- dijo el joven.
Zagra desenvainó su espada con velocidad inhumana y la puso al cuello del joven.
-Tal vez quieras repetir eso, niño- dijo el lobo. Los arqueros y ballesteros que le acompañaban apuntaron de inmediato a los tres guerreros. Iksa se sobresaltó, pero no hizo nada ya que no portaba arma alguna más que sus puños, los cuales cerró con furia. Loen, en cambio puso sus manos sobre de sus mazos gemelos.
-Tal vez quieran morir jóvenes- dijo Loen, sonriendo- venga, veamos cuantos de ustedes mueren antes de que empecemos a sudar.-
Pero los interrumpió una voz femenina, cargada de autoridad.
-¿Qué esta sucediendo por allá?- se escucho decir a la voz- Sabar, Magier, ¿qué demonios pasa?-
Los dos hombres jóvenes que estaban frente al trío de guerreros se congelaron en el acto. En pocos momentos, la mujer que Zagra había visto dando órdenes al batallón del claro hizo su aparición justo detrás de él. De tan cerca, Zagra podía incluso contar las pecas que la muchacha, quien resultó ser más joven de lo que al principio creía el lobo, tenía en todo el rostro, las cuales le conferían más belleza de la que de por sí irradiaba. Loen pareció notarlo también, pues él incluso tuvo un leve rubor en sus mejillas por escasos segundos.
-¿Y quiénes son ustedes, estimados viajeros?- dijo la mujer, esta vez sin irritación en su voz.
-Me llaman Loen- dijo el susodicho en el acto, Zagra se sonrió- ellos son mis amigos, Zagra e Iksa- atropellaba sus palabras al decirlas.
-Con calma, niño- dijo el hombre alto que habían visto también dando órdenes en el claro, quien acaba de hacer su aparición- díganme, ¿por qué estaban fisgoneando aquí desde las sombras, no estarían pensando en robarnos, o sí?- dijo con una afable sonrisa.
-¿Me llamas ladrón?- dijo Zagra en el acto, la sonrisa del hombre se mantuvo- estábamos viajando a través del bosque cuando oímos sus cuernos retronar, nos acercamos a ver qué sucedía, eso es todo.-
-Vaya- comenzó la mujer- Zagra Matatrolls “El Lobo” y Loen Leoncoeur “El León” en persona- los mencionados estuvieron sorprendidos de que la mujer incluso supiera sus apodos, pero ninguno lo dejó ver a nadie- hace siete días nos llegó una ordenanza desde Río Negro de apresarles si les veíamos, pero esta misma mañana nos llegó otra desde Krass de anular la primera- sonrió- supongo que el grandote de ustedes es Iksa Nazar “El Toro”-
Zagra esta vez sí se inmutó, al igual que Loen e Iksa. La muchacha se rió.
-Su amigo Thomas mandó la ordenanza en persona. Y Thomas resulta ser un conocido mío envió una carta junto con la ordenanza pidiéndonos ayudarles en su travesía por el Bosque Eterno.-
-No creo que ésa sea la razón por la cual traen un pequeño ejército- dijo Iksa- y tampoco creo que estén cazando sin más- añadió.
-Eres tan perspicaz como grande, ¿no es así?- dijo el hombre alto- de hecho, sí, estamos cazando, aunque nuestra presa no es una normal.-
-Pero por favor- dijo la muchacha- sígannos a nuestro campamento, ahí les daremos algo de comer mientras nos cuentan más sobre ustedes.-
-¿Y quién te dijo que te contaré de mí, mujer?- dijo Zagra, la muchacha se sonrió- Oh- dijo ésta- no necesito saber mucho de ti, Zagra, sólo quería ver sí eras tan maleducado como me dijo Thomas- Zagra se rió ante esto- además- añadió la muchacha- se ve que necesitan un buen baño.-
Zagra siguió, junto con Loen e Iksa, a la mujer.
-Me llamo Sark Saoc- dijo la muchacha, mientras los tres guerreros devoraban su comida en una mesa de madera al aire libre en el claro: asado de res con papas- ellos- señaló al hombre alto, al muchacho joven y al achaparrado muchacho de cabello largo- son Raubros Kion, Sabar Feind y Magier Ear- los susodichos saludaron- somos los comandantes del ejército que ven a su alrededor.-
Zagra alzó la vista de la comida que devoraba, con un trozo de ella aún en la boca, dijo:
-¿Qué hacen aquí?-
Sark no se inmutó ante la pregunta, sólo continuó viéndolo sin más, Zagra se molestó.
-¿Por qué quieres saber eso, niño?- dijo Raubros- ¿alguna necesidad imperiosa de saber lo que pasa a tu alrededor, o simplemente el vano deseo de sentirte importante?-
Zagra le lanzó una mirada asesina.
-Queremos saberlo para saber qué es tan imperioso que se necesita todo un batallón para hacerlo- dijo Iksa- no pueden negar que despierta curiosidad el hecho de que tantos hombres estén en pos de algo en un bosque.-
-Eso no implica que sea de su incumbencia- dijo Sabar- no tenemos por qué darles explicaciones.-
-Cazamos dragones- dijo Sark, a lo cual Sabar se giró a verla, pero Sark continuó- cazamos, de hecho, una dragona joven. Es una dragona engañosa, pues toma la forma de una niña humana para despistar a quienes la ven, y después devorarlos. Es un peligro para nuestro pueblo.-
-¿Y qué pueblo es ése?- inquirió Zagra, esta vez sin comida en la boca o el plato.
-Kirial non Kirial- dijo Raubros- el recinto de los Guerreros de la Orden del Tigre- con lo cual señaló el tatuaje que llevaba en el rostro.-
-Kirial non Kirial- se repitió Loen- ¿no es la regente de ese feudo la misma sobrina del Emperador Andrar?-
-En efecto, León- dijo Sark, sonriendo- nuestra señora es una de las más poderosas aliadas de Nuestros Señor Andrar.-
-Todo esto es muy interesante- dijo Zagra sarcásticamente- pero no explica qué es lo que quieren de nosotros.-
-Ayudar- dijo Raubros y se encogió de hombros- es lo que nos pidió nuestra señora en cuanto leyó la carta de su primo Thomas.-
-¿Thomas es… hijo del Emperador?- dijo Loen, incrédulo ante tal hecho.
-Oh, creí que ya lo sabían- dijo Sark- es por eso que el mismo ha dado la ordenanza de no perseguirlos más.-
Zagra se sonrió. Incluso ya sin estar con ellos el condenado muchacho seguía ayudándolos.
-Se ve que necesitan dirección- dijo Raubros- eso se los podemos dar, y Thomas nos pidió ayudarlos en todo lo posible.-
-Eso implica- comenzó Sabar- alimentarlos, bañarlos, guiarlos y armarlos.-
-¿Armarnos?- dijo Iksa- ¿en el sentido de darnos armas?-
-No- dijo Sark, sarcástica- en el sentido de lanzarlos al bosque, desnudos.-
Iksa no entendió sino hasta que Loen lo golpeo y le explicó la ácida broma.
-¿Y a qué esperamos?- dijo Iksa, ansioso de al fin portar un arma y estar a la par de sus amigos- ¡vamos a por ello!-
Raubros y Sark guiaron al trío a un pequeño puesto de madera recién armado en el claro.
-¿Se preparan para combate abierto?- le preguntó Zagra a Raubros.
-Estamos dispuestos a quedarnos en este lugar hasta que hallemos a la dragona que estamos buscando- contestó Raubros- nuestra señora requiere que la hallemos antes que nada pues, de estar suelta, representa un tremendo peligro para el bienestar del Imperio.-
-¿Es que un dragón puede hacer tantos estragos en estos días?- inquirió el lobo.
-Nunca te has enfrentado a uno, ¿cierto, joven amigo?- preguntó Raubros.
-Nunca- contestó Zagra- y no soy tu amigo- añadió mordazmente. Raubros se rió.
En ese momento llegó Iksa junto a ellos.
-¿Qué pasa, grandote?- dijo Zagra.
-Estaba intentando conversar con aquello dos- señaló a Loen y Sark- pero simplemente no se puede. Cuando Loen le echa el ojo a alguien, no es fácil que se lo quite de encima.-
-Sark- dijo Raubros- una belleza fría y ácida- se rió- no les recomiendo que intimen con alguien de su tipo, les cortaría el cuello tan rápido como les daría un beso.-
-Dile eso a Loen- dijo Zagra, y se sonrió.
En el puesto había todo tipo de armas dispuestas para el trío de amigos.
-Toma, Zagra- Raubros le tendió una cota de malla al lobo- siempre úsala debajo de tu ropa. Aprenderás que tres cuartas partes de ganar una batalla son no salir herido- Zagra se quitó la ropa de encima y se colocó la cota mientras sus amigos hacían lo propio con lo que les iban dando.
-Toma, Iksa- dijo Sark, a la vez que le tendía una hacha descomunalmente grande al toro- sólo recuerda que lo que importa no es el tamaño del arma, sino quien la blande- el toro asintió ante la aseveración y sostuvo el hacha entre sus manos, probando su peso y agilidad- es un buen arma- afirmó Iksa, y sonrió para sí mismo.
-Para ti, Loen- se giró Sark hacía el león- toma- le tendió un gruesa armadura de cuerpo completo, más ligera que la que ya portaba él. Loen la tomó presuroso y empezó a quitarse su vieja armadura para probarse la nueva.
Zagra batallaba con su cota de malla cuando Sark apareció para ayudarle con ella.
-No eres muy hábil, ¿cierto?- dijo la muchacha al lobo- no es como si fuera una gran ciencia hacer esto- le ajustó la malla con fuerza- listo- confirmó satisfecha.
-Esto pesa- dijo Zagra- no demasiado, pero siento el peso.-
-Es un peso que te salvará la vida muchas ocasiones, niño- dijo Sark.
Zagra le sonrió a la muchacha y volteó a ver a sus amigos.
-Déjame ayudarte con eso, gatito- dijo a Loen y se encaminó hacía él no sin antes despedirse de Sark con un gesto de manos que implicaba alzar sus dedos pulgar, índice y corazón.
Loen batallaba con su armadura, aunque sólo por que necesitaba atársela por detrás y no alcanzaba.
-¿Te gusta esa tipa, no es cierto, Loen?- dijo Zagra a su amigo, sonriendo.
Loen alzó la vista rápidamente hacía Zagra, con un leve rubor en el rostro.
-¿Qué te hace pensar eso?- inquirió Loen. Zagra le sonrió y puso su mano en el hombro de su amigo.
-Loen, las mujeres sólo sirven para algo- y alzó ambas manos en un obsceno gesto que implicaba su palma izquierda abierta y su mano derecha formando un círculo que impactaba constantemente contra su palma abierta. Loen se sonrió y asintió.
-¿Qué pasa?- arribó Iksa a la conversación.
Zagra repitió su broma para Iksa.
-No entiendo- dijo el toro- ¿qué se supone que significa ese gesto?-
-¡Razonar contigo es igual que razonar con paja!- se exasperó Loen. Zagra sonrió y explicó la broma a su amigo.
-Entonces, Loen- dijo Iksa maliciosamente- ¿eso es lo que quieres con esa muchacha de allá?- se sonrió- te apoyo en eso, hermano.-
Zagra aprobó.
-Déjenme en paz, demonios- dijo Loen enojado- no es como si fuese a hacerlo.-
-¿De quién hablan?- dijo Raubros a su espalda. Los tres amigos divagaron en sus respuestas, y Raubros la adivinó.
-No es como si fueras el primero, Loen- dijo Raubros mientras le tendía al león un par de gruesas rodelas de acero para los hombros- ha habido otros antes de ti y habrá más cuando te hayas ido- le tendió a Iksa unos guanteletes y rodilleras del mismo material- te daré el mismo consejo que le he dado a todos tus predecesores- terminó por darle una doble funda de espada a Zagra, que se ataba en la espalda- no actúes como un imbecil y llevarás la mitad del camino recorrido.-
-Eso será difícil para Loen- comentó Zagra- no es que sea precisamente un genio- Loen le asestó un golpe a Zagra en la cabeza con una de sus rodelas. Los tres amigos terminaron de arreglarse con sus nuevas armas y armaduras y se chocaron mutuamente.
-Se ven bien, muchachos- dijo Sark detrás de ellos- aunque les falta un toque final- se acercó a Zagra y le acomodó su capa a modo de que sus fundas en la espalda quedasen al descubierto y encajó en la funda vacía una segunda espada- la necesitaras- le aseguró al lobo; se giró hacía Loen, quien se incomodó un poco, e hizo lo mismo con su capa de león; finalmente a Iksa sólo le acomodó su camisa de algodón, que estaba torcida debido a su cota de malla- listo- anunció Sark- están listos para recibir sus órdenes.-
-¿Órdenes?- inquirió Zagra- lo siento niña pero no tomo órdenes de nadie.-
-Es más una petición que una orden, joven Zagra- le aseguró Raubros- necesitamos su ayuda para dar caza a esta dragona que buscamos.-
-¿Y cómo hemos de saber qué aspecto tiene?- inquirió Loen.
-Eso es fácil- dijo Sark- es una niña ante los ojos mortales; no tendrá más de quince años para ustedes, es de tez morena y complexión delgada, medirá un metro sesenta a lo sumo. Vestida con una larga túnica marrón, gastada y sucia, su nariz- afirmó- la tiene rota en la base, su cabello será marrón como su vestido y, esto es lo que la ha de delatar más que nada- entrecerró sus ojos como si fuera a decirles un gran secreto que sólo ella sabía- en su espalda hay un par de pequeñas alas, como de murciélago, tan marrones como su piel, cabello y ropaje- concluyó.
Zagra trató de formar en su mente la imagen de tal chiquilla, sin mucho éxito- y en caso de que la hallemos- dijo- ¿qué debemos hacer, matarla y traérselas?-
Raubros se rió- me gustaría ver que mataran semejante bestia- dijo- no, no la confronten, búsquennos y llévennos hasta ella, nosotros le capturaremos.-
-¿Y cómo se supone que los contactemos?- dijo Zagra- ¿a gritos?-
Iksa levantó su par de cuernos que llevaba atados a la cintura- esto puede servir- dijo. Loen y Zagra aprobaron. Raubros solicitó que probasen los cuernos para saber cómo sonarían en caso de que los soplaran.
-Pero no son cuernos normales- dijo Iksa- son cuernos de mina, mientras más metal halla cerca de ellos, mayor será el estruendo que produzcan.-
Raubros le insto a hacerlo de todos modos. Iksa se llevó los cuernos a la boca y sopló a través de ambos al mismo tiempo. El sonido de cada cuerno amplificado por el metal de todas las armaduras que les rodeaban habría bastado para despertar a cada animal en cinco kilómetros a la redonda; los dos cuernos hicieron retumbar el claro en su totalidad. Los caballos se asustaron, los perros de caza ladraron y los halcones rastreadores agitaron las alas despectivamente. A lo lejos, varias parvadas de aves alzaron un asustado vuelo. En el carromato que se encontraba al centro del claro, una mujer se despertó.
-Mierda- dijo Raubros- han despertado a nuestra señora.-
-Oye, amigo- dijo Iksa- ¡tú me pediste que probara los cuernos!-
-No importa eso- dijo Sark- nuestra señora se pondrá de muy mal humor por haberla despertado.-
-Será mejor que nos vayamos- dijo Zagra- no me gusta la realeza, siempre son… especiales- Raubros le sonrió.
-Vayan- dijo el alto hombre a la vez que les estiraba una bolsa llena de oro- y tomen esto, es lo más que les podemos dar- y les tendió también sus mochilas de viajes repletas de alimento para el viaje.-
Los tres guerreros se despidieron de sus anfitriones y emprendieron la marcha, pues ninguno se veía muy dispuesto a conocer a la Señora de la Orden del Tigre.
Justo cuando entraban en la espesura del bosque, Zagra se volteó a ver el carromato mientras sus amigos se adentraban a sus espaldas. La Señora de los Tigres- se burló Zagra con una sonrisa, viendo a lo lejos una figura femenina bajarse del lujoso vehículo tirado por percherones; en ese momento volvió a su mente el sueño de la noche antepasada, y su sonrisa se borró. Zagra se giró de nuevo al bosque, y alcanzó a sus amigos.
Los tres amigos sentaron campamento en un pequeño claro a un par de kilómetros de donde los Tigres, como Zagra denominó a sus recientes conocidos, se hallaban. Habían caminado todo el día y la noche los había alcanzado antes de lo esperado. Loen había hallado gratamente dos sacos de tabaco para pipa en su mochila, al igual que Iksa, y fumaba apaciblemente junto con su enorme amigo mientras Zagra preparaba un pequeño fardo de carne que había encontrado en su propia mochila, sazonándolo con especias que el mismo había recogido en el camino.
Después de una grata cena, y conversar sobre los nuevos hechos que se desenvolvían ante ellos, se recostaron a dormir. El sueño les atrapó con rapidez, y esta vez Zagra no soñó con lobos ni nada parecido. Loen se mantuvo perturbado en su sueño todo el rato e Iksa simplemente roncó a pierna suelta. Cuando la Luna estuvo en su cenit en el cielo, a la medianoche, Zagra se despertó sobresaltado, no había soñado siquiera, pero algo perturbó su sueño. Se levantó y desperezó a medias, giró a ver si había algo fuera de lugar, pero no vio nada que le perturbara. Se alejó para orinar en un árbol y en el camino arrojó una piedra a un pequeño árbol que vio en su camino. Terminado de haber hecho lo que tuvo que hacer, regresó al pequeño campamento y, sentado, sacó de su mochila un pedazo de pan seco que encontró en el fondo de la misma. Ahora resulta que tenemos que buscar una escuincla antes de poder seguir el camino- se dijo- aunque, ni siquiera yo sé hacía dónde íbamos- oyó un ruido que lo asustó y se puso de pie a la vez que llevaba un mano a su espada predilecta. Revisó hondamente el bosque en busca de algún animal que hubiese hecho el sonido pero sólo logró divisar el pequeño arbolito que había apedreado. Se volvió a sentar, pero dejó su espada a la mano, le soltó un par de mordidas más al pan que estaba devorando ávidamente- además- pensó- no es como si no tuviésemos algo mejor que hacer que buscar una niña perdida en el bosque, creo que esos…- dejó su pensamiento a la mitad y se levantó en el acto. Algo no andaba bien. El pequeño árbol que había apedreado había estado más lejos de él cuando se paró y lo apedreó. Ese árbol se movía. Desenvainó su segunda espada y se acercó al árbol con ambas espadas cruzadas enfrente de él en forma de equis. Entonces el árbol mostró lo que verdaderamente era.
Sark había tenido razón casi por completo. La niña era enteramente marrón, su piel, alas, cabello y ropaje; pero lo que resaltaba monstruosamente, incluso más que las perturbadoras alas de murciélago en su espalda, eran sus ojos. Eran tan blancos como la nieve. Los ojos de la pequeña niña-dragón eran brillantes por la luz de la Luna y observaban el claro atentamente, se posaron sobre los dormidos Loen e Iksa, en sus armas y, finalmente, de nuevo en el asustado Zagra. La niña-dragón cruzó sus brazos sobre sus pechos, como defendiéndose de un golpe que nunca cayó sobre ella. Zagra se adelantó más y más para observar atentamente a la criatura y comprobó que su nariz estaba rota, aunque de todas formas la pequeña tenía un aura de belleza bestial alrededor de ella. La niña aparto de si uno de sus brazos y lo alargó hacía Zagra.
-No me toques- dijo éste último- no quiero tener que lastimarte.-
Pareció que la niña no le oyó, o simplemente no le importó la amenaza, pues siguió alargando el brazo hasta que con la punta de su dedo índice toco el rostro de Zagra; aterrado, el lobo atacó a la niña con un fugaz movimiento de sus espadas, cruzándolas a manera de partir a la mitad a la niña-dragón. Pero sus espadas fallaron; la niña-dragón elevó un ligero vuelo con sus pequeñas alas, por encima del tajo de Zagra, y se quedo suspendida en el aire, agitando sus alas silenciosamente. Zagra, aterrado intentó retroceder, pero la niña le propinó un tremendo puntapié que le golpeó en la quijada y lo lanzó volando contra un árbol, Zagra lo golpeó de frente y de cabeza, con lo cual se estrelló su cabeza contra la raíz del árbol al caer. Loen e Iksa se despertaron ante el estruendo; Iksa comprendió lo que pasaba, muy contrario a una situación normal, y se llevó a la boca uno de sus cuernos, pues había dormido con él en la mano. Sopló con toda su fuerza y el sonido fue acarreado por el viento, la niña-dragón, asustada, cayó al suelo de rodillas. Se puso de pie de inmediato y corrió a propinarle una segunda patada al cuerno que Iksa sostenía en manos, para luego propinarle otra al mismo Iksa en el pecho. El toro salió volando y se estrelló contra otro árbol más cercano que en el que Zagra se encontraba tirado. Fue entonces que Loen la detuvo por detrás y la intento inmovilizar poniéndole los brazos por detrás. La niña-dragón sólo echó su cabeza hacía delante y le asestó un golpe en la barbilla a Loen, quien salió despedido hacía atrás. Zagra logró ponerse de pie y levantar una de las dos espadas que tenía, pues la otra se encontraba demasiado lejos de él.
-Son la Jauría- preguntó la niña-dragón en una aseveración, en tono neutro, por lo cual Zagra pensó que era una afirmación y no una pregunta.
-¿Qué somos qué?- dijo Zagra, escupiendo un poco de sangre.
-Son la Jauría- volvió a preguntar la niña-dragón asegurando, su tono no denotaba emoción o sentimiento alguno. A espaldas de Zagra, Iksa se puso de pie y se colocó al lado de él. Loen se levantó detrás de la niña-dragón, pero no fue tan estúpido como para volver a atacarla.
-Estamos muertos- aseguró Iksa a Zagra.
-No temas, Toro- dijo la niña-dragón- no tengo para con ustedes las mismas intenciones que ustedes para conmigo.-
-¿Qué?- dijo Iksa.
-No viene a hacernos daño- clarificó Zagra.
-Son la Jauría- volvió a preguntar aseverando.
-No sé que es la jauría, niña- dijo Loen- pero no somos parte de ella.-
-No son la Jauría- esta vez la niña ladeó su cabeza al preguntar aseverando, por lo cual Zagra comprendió que preguntaba en vez de afirmar.
-No, niña- dijo Zagra- mi nombre es Zagra Matatrolls- la niña se acercó a Zagra, esta vez el lobo no se inmutó, y tocó de nueva cuenta su rostro.
-Lobo- murmuró la niña, más para sí que para los tres allí reunidos. Giró su rostro hacía Iksa- Toro- aseguró, vio a Loen- León.-
Los tres guerreros relajaron sus armas y se acercaron a la niña.
-No creo que esta… esta… esta niña se un peligro, muchachos- dijo Iksa- tal vez sólo haya sido una terrible confusión por parte de Sark y Raubros- la niña-dragón se encogió ante la mención de esos nombres.
-¿Qué te sucede, niña?- inquirió Loen- ¿qué mosca te picó?-
-Tigres… carniceros- dijo la niña-dragón, aunque sin miedo en la voz.
-¿Qué tigres?- dijo Zagra.
-Raubros, Sark, la Princesa- dijo la niña-dragón; Zagra se encogió ante la mención de una princesa, pues recordó las palabras del troll parlante de las cordilleras Afar.
-¿Qué princesa?- dijo Iksa. La niña parecía a punto de responder cuando de repente un tronar de caballos se oyó a lo lejos.
-Son esos tipejos de la Orden del Tigre- dijo Loen, miró a Zagra- ¿qué hacemos?-
-Iksa, esconde a la niña esa detrás de ti, ya- dijo Zagra, el toro le obedeció. En segundos, seis percherones se abrieron camino a través del bosque. A la cabeza iba el joven y menudo Sabar, con Magier detrás de él.
-Oímos vuestro cuerno- dijo Sabar sin más.
-¿Qué ha pasado?- agregó Magier.
Loen estaba a punto de hablar cuando Zagra le interrumpió.
-Nada, jóvenes- dijo el lobo- sólo que creímos ver a la dragona que cazan.-
-¿Y?- dijo Sabar.
-Sólo era un murciélago demasiado grande- dijo Iksa, con la niña justo detrás de él.
-¿Qué tienes en la espalda, gorila?- dijo Sabar y, dando un golpe a su percherón, rodeó a Iksa. Detrás del toro no había nada. Sabar gruñó frustrado, Zagra vio entre las sombras que el brazo de éste sangraba.
-¿Algún combate reciente, joven amigo?- dijo Zagra, afable, contrariamente a su ácida actitud. Sabar lo vio a los ojos, desafiante.
-Mi señora suele ser… salvaje conmigo- sonrió y se dio la vuelta, dijo un par de cosas a sus hombres y los otros cinco partieron dejando a Sabar solo con los tres guerreros.
-¿Y esa señora de casualidad es la mismísima Princesa Eterna?- inquirió Zagra; Sabar trastabilló en su caballo lo suficiente para que Zagra se diera cuenta de que sí, en efecto, era la Princesa Eterna.
-No me vuelvas a hacer perder el tiempo, Zagra- dijo, sin ver o contestarle al lobo siquiera, pero Zagra ya tenía su terrible respuesta- o yo mismo me aseguraré que nunca seas capaz de volver a hacerlo.-
-Me gustaría mucho verte intentarlo, niño- dijo Zagra, burlonamente. Sabar se volteó a verlo con una mirada de odio puro e irracional.
-Campesino- dijo, y se fue.
-Estúpido prepotente de mierda- dijo Zagra, malhumorado- es que no puedo creer que…-
-Zagra- le interrumpió Loen- la niña no esta.- Zagra se giró a buscarla pero se dio cuenta de que Loen no mentía, la niña-dragón no estaba. Sin embargo, un pequeño árbol cerca de ellos empezó a moverse.
-Sal de ahí, niña- dijo Zagra- no te haremos daño alguno.- La niña se hizo presente de nuevo, y se acercó a ellos ladeando su pequeña cabeza.
-Por que no me entregaron- preguntó con su característico tono neutro.
-No teníamos por qué- dijo Zagra- ¿sabes?, también somos prófugos de la justicia, como tú.-
-Prófugos- concordó la niña-dragón. Loen entendió qué pretendía Zagra.
-Y como decimos en el Coliseo- dijo Loen, afable- o ganamos juntos o morimos juntos- la niña sonrió, y dejo a la vista dos hileras de agudos colmillos en su boca, ni Zagra ni Loen se inmutaron, pero Iksa sí.
-Hay que irnos de aquí, muchachos- dijo Iksa- por cómo te vio ese tipo, Zagra, seguro mandarán más hombres a investigar o simplemente molestarnos.-
-Estoy de acuerdo- dijo Loen. Y empezaron a levantar campamento.
-¿Vienes o te quedas?- dijo Zagra a la niña-dragón, conociendo ya su respuesta.
-Iré- dijo.
-Bien- dijo Zagra- creo que habrá que caminar hasta la noche de mañana, muchachos- dijo a Iksa y Loen, quienes suspiraron pero concordaron. Comenzaron su larga marcha hacía el sur.
-Zagra- dijo Loen, apartándolo de los otros dos- ¿quién rayos es la Princesa Eterna?- Zagra miró a su amigo.
-Te diré después Loen, ahora no- dijo el lobo. Más adelante, Iksa escoltaba a la niña, haciendo un gracioso contraste la grácil y pequeña niña junto con el enorme y tosco hombre que era Iksa. Zagra se adelantó y se puso junto a la niña.
-Síganme- dijo la niña sin más. Y se adelantó. Los tres amigos se miraron unos a otros y acordaron en silencio seguirla. Zagra volvió a ponerse al lado de la niña y le miró tanto tiempo que la niña volteó a verlo con sus ojos de nieve. Zagra se incomodó con esa mirada.
-¿Cómo te podemos llamar, niña?- dijo el lobo. La niña pareció pensar un rato en ello, volvió a mirar hacía el frente y se perdió su mirada, recordando sólo el creador sabía que, y permaneció callada tanto tiempo que Zagra pensó que ya no contestaría, hasta que de pronto se detuvo abruptamente y quedo entre Zagra, quien iba a la cabeza, y Loen e Iksa, quien cerraban la marcha. La niña-dragón se mantuvo en medio de ellos un largo rato hasta que se decidió a hablar.
-Me llamo Zarrih- sentenció.
¡¡¡¡Por Colmillos y Garras!!!!
7 – Zarrih
Los tres compañeros se asentaron a descansar y beber agua no muy lejos del linde del bosque; Iksa y Zagra habían charlado enérgicamente todo el trayecto, pero Loen se había mantenido a raya de la conversación, taciturno y huraño. El león estaba aún meditando en el reciente conocimiento que había obtenido sobre Zagra; Iksa, como siempre, olvidaba con facilidad y dejaba ser las cosas como debían ser, no juzgaba hasta ver. Loen, en cambio, no podía dejar de lado tales hechos, ni podía alejar de su mente la imagen de Zagra partiendo limpiamente en dos a aquel hombre. No era posible que alguien como él fuese tan brutalmente salvaje y, sin embargo, ¿no había luchado como un poseso cuando se enfrentaron en el coliseo? En todo esto pensaba el león cuando de repente un brazo le rodeó los hombros, salió de su ensimismamiento y se dio cuenta de que era Zagra.
-¿Hundido en tus pensamientos, gatito?- dijo Zagra con una sonrisa alegre- si no cuidas por dónde vas acabarás de cabeza en la madriguera de un mapache.-
Loen sonrió. Tal vez Iksa tuviera razón, no había gran veracidad en el hecho de que alguien tan torpe y noble como Zagra fuese semejante asesino. Pero Loen no habría sobrevivido tanto en el coliseo dejándose llevar por lo que veía. Un segundo y enorme brazo se posó en su hombro por el otro lado.
-Vaya, Loen- dijo Iksa- te ves cansado, ¿será que el bosque ha adormilado tus sentidos?-
Loen se soltó de ambos y se volvió hacía ellos con una sonrisa.
-¿Eso creen?- dijo, aún sonriendo- veamos quien esta más dormido.-
-Venga- dijo Zagra, y se lanzó sobre su amigo.
Zagra atrapó a Loen entre su brazo y antebrazo izquierdo a la altura del cuello y apretó, asfixiando a su amigo; Loen se zafó de su llave y derribo al lobo contra la hierba húmeda, cayendo de rodillas sobre su pecho. Zagra, sonriendo, aunque un poco frustrado, golpeó las costillas de Loen varias veces hasta que logró sobreponerse a él, derribándolo a su vez colocando su codo sobre su garganta, Loen le torció el brazo y lo puso de cara contra la hierba. En ese momento Iksa los apresó con sus manos y lo elevó en el aire.
-Dejen de actuar como niños chiquitos y compórtense bien- dijo mientras sus dos amigos se alisaban las ropas aún en el aire, sonriendo y riendo- tenemos que atravesar lo más que podamos de día para que no nos alcance la noche.-
En ese momento un tronido atravesó el bosque. El soplar de un cuerno.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó Iksa, quien desconocía todo aspecto de la guerra.
-Un cuerno, toro- dijo Zagra, sin voltearle a ver- y no creo que sea un cuerno de caza.
A lo lejos sonaron más cuernos por todo el bosque; ahí donde sonaban, las aves levantaban el vuelo, asustadas por el estruendo.
-Vayamos a ver qué esta pasando- dijo Loen y, sin esperar a ver si los otros dos le seguían, salió al encuentro de quienes soplaban esos cuernos.
La curiosidad matará al León- se dijo Zagra, y lo siguió junto con Iksa.
Llegaron a un claro donde se reunían tropas alrededor de un carromato; infantería y arqueros por igual se alineaban alrededor del carromato como a la espera de órdenes, y quienes las daban eran un par de guerreros, un alto y delgado, aunque fornido, hombre de tez blanca y cabello castaño oscuro, vestido con una brillante armadura, en su mejilla derecha tenía un extraño tatuaje: una media luna invertida sobre de un par de líneas que lucían como rasguños; y una mujer relativamente baja, de piel blanca y cabello castaño claro, quien vestía, a diferencia de su compañero, ropa menos protegida, una camisa de cuero con hombreras y, aunque también tenía unos pantalones de cuero, una falda de tamaño desigual, el lado derecho era terriblemente largo, pues casi tocaba el suelo, mientras que el izquierdo apenas habría cubierto su entrepierna de no ser por el pantalón. Mientras observaban todo esto, más hombres se reunían en el claro, eran al menos seis veintenas de ellos, todos ellos armados hasta los dientes, y muy bien armados. De repente, una voz áspera y mordaz sorprendió a los tres guerreros que espiaban el claro.
-¿Y quién demonios se supone que son ustedes tres?- dijo el dueño de la voz.
Zagra, Loen e Iksa se giraron al mismo tiempo; observaron al recién llegado del mismo modo que la serpiente observa a la mangosta antes de atacar. Era un muchacho joven, tal vez más joven que incluso Zagra, de tez morena y cabello castaño oscuro. Portaba una espada corta que traía desenvainada y una pequeña rodela de acero tachonado que tenía amarrada en el codo izquierdo. Su armadura, aunque pobre, se veía de buena calidad y mucha dureza; Zagra notó que el joven no estaba solo, detrás de él había más de treinta hombres, pero el que más destacaba era otro joven, de la edad de Loen, sino es que un poco más grande, de cabello negro y largo, terriblemente largo, un rostro duro y enorme, achaparrado pero con una espalda tan ancha como la de Loen, quien le sacaba al menos una cabeza.
-Danos tu nombre, y te daremos los nuestros- dijo Loen al joven que iba a la cabeza.
-¿Por qué habría de presentarme ante tres hombres muertos?- dijo el joven.
Zagra desenvainó su espada con velocidad inhumana y la puso al cuello del joven.
-Tal vez quieras repetir eso, niño- dijo el lobo. Los arqueros y ballesteros que le acompañaban apuntaron de inmediato a los tres guerreros. Iksa se sobresaltó, pero no hizo nada ya que no portaba arma alguna más que sus puños, los cuales cerró con furia. Loen, en cambio puso sus manos sobre de sus mazos gemelos.
-Tal vez quieran morir jóvenes- dijo Loen, sonriendo- venga, veamos cuantos de ustedes mueren antes de que empecemos a sudar.-
Pero los interrumpió una voz femenina, cargada de autoridad.
-¿Qué esta sucediendo por allá?- se escucho decir a la voz- Sabar, Magier, ¿qué demonios pasa?-
Los dos hombres jóvenes que estaban frente al trío de guerreros se congelaron en el acto. En pocos momentos, la mujer que Zagra había visto dando órdenes al batallón del claro hizo su aparición justo detrás de él. De tan cerca, Zagra podía incluso contar las pecas que la muchacha, quien resultó ser más joven de lo que al principio creía el lobo, tenía en todo el rostro, las cuales le conferían más belleza de la que de por sí irradiaba. Loen pareció notarlo también, pues él incluso tuvo un leve rubor en sus mejillas por escasos segundos.
-¿Y quiénes son ustedes, estimados viajeros?- dijo la mujer, esta vez sin irritación en su voz.
-Me llaman Loen- dijo el susodicho en el acto, Zagra se sonrió- ellos son mis amigos, Zagra e Iksa- atropellaba sus palabras al decirlas.
-Con calma, niño- dijo el hombre alto que habían visto también dando órdenes en el claro, quien acaba de hacer su aparición- díganme, ¿por qué estaban fisgoneando aquí desde las sombras, no estarían pensando en robarnos, o sí?- dijo con una afable sonrisa.
-¿Me llamas ladrón?- dijo Zagra en el acto, la sonrisa del hombre se mantuvo- estábamos viajando a través del bosque cuando oímos sus cuernos retronar, nos acercamos a ver qué sucedía, eso es todo.-
-Vaya- comenzó la mujer- Zagra Matatrolls “El Lobo” y Loen Leoncoeur “El León” en persona- los mencionados estuvieron sorprendidos de que la mujer incluso supiera sus apodos, pero ninguno lo dejó ver a nadie- hace siete días nos llegó una ordenanza desde Río Negro de apresarles si les veíamos, pero esta misma mañana nos llegó otra desde Krass de anular la primera- sonrió- supongo que el grandote de ustedes es Iksa Nazar “El Toro”-
Zagra esta vez sí se inmutó, al igual que Loen e Iksa. La muchacha se rió.
-Su amigo Thomas mandó la ordenanza en persona. Y Thomas resulta ser un conocido mío envió una carta junto con la ordenanza pidiéndonos ayudarles en su travesía por el Bosque Eterno.-
-No creo que ésa sea la razón por la cual traen un pequeño ejército- dijo Iksa- y tampoco creo que estén cazando sin más- añadió.
-Eres tan perspicaz como grande, ¿no es así?- dijo el hombre alto- de hecho, sí, estamos cazando, aunque nuestra presa no es una normal.-
-Pero por favor- dijo la muchacha- sígannos a nuestro campamento, ahí les daremos algo de comer mientras nos cuentan más sobre ustedes.-
-¿Y quién te dijo que te contaré de mí, mujer?- dijo Zagra, la muchacha se sonrió- Oh- dijo ésta- no necesito saber mucho de ti, Zagra, sólo quería ver sí eras tan maleducado como me dijo Thomas- Zagra se rió ante esto- además- añadió la muchacha- se ve que necesitan un buen baño.-
Zagra siguió, junto con Loen e Iksa, a la mujer.
-Me llamo Sark Saoc- dijo la muchacha, mientras los tres guerreros devoraban su comida en una mesa de madera al aire libre en el claro: asado de res con papas- ellos- señaló al hombre alto, al muchacho joven y al achaparrado muchacho de cabello largo- son Raubros Kion, Sabar Feind y Magier Ear- los susodichos saludaron- somos los comandantes del ejército que ven a su alrededor.-
Zagra alzó la vista de la comida que devoraba, con un trozo de ella aún en la boca, dijo:
-¿Qué hacen aquí?-
Sark no se inmutó ante la pregunta, sólo continuó viéndolo sin más, Zagra se molestó.
-¿Por qué quieres saber eso, niño?- dijo Raubros- ¿alguna necesidad imperiosa de saber lo que pasa a tu alrededor, o simplemente el vano deseo de sentirte importante?-
Zagra le lanzó una mirada asesina.
-Queremos saberlo para saber qué es tan imperioso que se necesita todo un batallón para hacerlo- dijo Iksa- no pueden negar que despierta curiosidad el hecho de que tantos hombres estén en pos de algo en un bosque.-
-Eso no implica que sea de su incumbencia- dijo Sabar- no tenemos por qué darles explicaciones.-
-Cazamos dragones- dijo Sark, a lo cual Sabar se giró a verla, pero Sark continuó- cazamos, de hecho, una dragona joven. Es una dragona engañosa, pues toma la forma de una niña humana para despistar a quienes la ven, y después devorarlos. Es un peligro para nuestro pueblo.-
-¿Y qué pueblo es ése?- inquirió Zagra, esta vez sin comida en la boca o el plato.
-Kirial non Kirial- dijo Raubros- el recinto de los Guerreros de la Orden del Tigre- con lo cual señaló el tatuaje que llevaba en el rostro.-
-Kirial non Kirial- se repitió Loen- ¿no es la regente de ese feudo la misma sobrina del Emperador Andrar?-
-En efecto, León- dijo Sark, sonriendo- nuestra señora es una de las más poderosas aliadas de Nuestros Señor Andrar.-
-Todo esto es muy interesante- dijo Zagra sarcásticamente- pero no explica qué es lo que quieren de nosotros.-
-Ayudar- dijo Raubros y se encogió de hombros- es lo que nos pidió nuestra señora en cuanto leyó la carta de su primo Thomas.-
-¿Thomas es… hijo del Emperador?- dijo Loen, incrédulo ante tal hecho.
-Oh, creí que ya lo sabían- dijo Sark- es por eso que el mismo ha dado la ordenanza de no perseguirlos más.-
Zagra se sonrió. Incluso ya sin estar con ellos el condenado muchacho seguía ayudándolos.
-Se ve que necesitan dirección- dijo Raubros- eso se los podemos dar, y Thomas nos pidió ayudarlos en todo lo posible.-
-Eso implica- comenzó Sabar- alimentarlos, bañarlos, guiarlos y armarlos.-
-¿Armarnos?- dijo Iksa- ¿en el sentido de darnos armas?-
-No- dijo Sark, sarcástica- en el sentido de lanzarlos al bosque, desnudos.-
Iksa no entendió sino hasta que Loen lo golpeo y le explicó la ácida broma.
-¿Y a qué esperamos?- dijo Iksa, ansioso de al fin portar un arma y estar a la par de sus amigos- ¡vamos a por ello!-
Raubros y Sark guiaron al trío a un pequeño puesto de madera recién armado en el claro.
-¿Se preparan para combate abierto?- le preguntó Zagra a Raubros.
-Estamos dispuestos a quedarnos en este lugar hasta que hallemos a la dragona que estamos buscando- contestó Raubros- nuestra señora requiere que la hallemos antes que nada pues, de estar suelta, representa un tremendo peligro para el bienestar del Imperio.-
-¿Es que un dragón puede hacer tantos estragos en estos días?- inquirió el lobo.
-Nunca te has enfrentado a uno, ¿cierto, joven amigo?- preguntó Raubros.
-Nunca- contestó Zagra- y no soy tu amigo- añadió mordazmente. Raubros se rió.
En ese momento llegó Iksa junto a ellos.
-¿Qué pasa, grandote?- dijo Zagra.
-Estaba intentando conversar con aquello dos- señaló a Loen y Sark- pero simplemente no se puede. Cuando Loen le echa el ojo a alguien, no es fácil que se lo quite de encima.-
-Sark- dijo Raubros- una belleza fría y ácida- se rió- no les recomiendo que intimen con alguien de su tipo, les cortaría el cuello tan rápido como les daría un beso.-
-Dile eso a Loen- dijo Zagra, y se sonrió.
En el puesto había todo tipo de armas dispuestas para el trío de amigos.
-Toma, Zagra- Raubros le tendió una cota de malla al lobo- siempre úsala debajo de tu ropa. Aprenderás que tres cuartas partes de ganar una batalla son no salir herido- Zagra se quitó la ropa de encima y se colocó la cota mientras sus amigos hacían lo propio con lo que les iban dando.
-Toma, Iksa- dijo Sark, a la vez que le tendía una hacha descomunalmente grande al toro- sólo recuerda que lo que importa no es el tamaño del arma, sino quien la blande- el toro asintió ante la aseveración y sostuvo el hacha entre sus manos, probando su peso y agilidad- es un buen arma- afirmó Iksa, y sonrió para sí mismo.
-Para ti, Loen- se giró Sark hacía el león- toma- le tendió un gruesa armadura de cuerpo completo, más ligera que la que ya portaba él. Loen la tomó presuroso y empezó a quitarse su vieja armadura para probarse la nueva.
Zagra batallaba con su cota de malla cuando Sark apareció para ayudarle con ella.
-No eres muy hábil, ¿cierto?- dijo la muchacha al lobo- no es como si fuera una gran ciencia hacer esto- le ajustó la malla con fuerza- listo- confirmó satisfecha.
-Esto pesa- dijo Zagra- no demasiado, pero siento el peso.-
-Es un peso que te salvará la vida muchas ocasiones, niño- dijo Sark.
Zagra le sonrió a la muchacha y volteó a ver a sus amigos.
-Déjame ayudarte con eso, gatito- dijo a Loen y se encaminó hacía él no sin antes despedirse de Sark con un gesto de manos que implicaba alzar sus dedos pulgar, índice y corazón.
Loen batallaba con su armadura, aunque sólo por que necesitaba atársela por detrás y no alcanzaba.
-¿Te gusta esa tipa, no es cierto, Loen?- dijo Zagra a su amigo, sonriendo.
Loen alzó la vista rápidamente hacía Zagra, con un leve rubor en el rostro.
-¿Qué te hace pensar eso?- inquirió Loen. Zagra le sonrió y puso su mano en el hombro de su amigo.
-Loen, las mujeres sólo sirven para algo- y alzó ambas manos en un obsceno gesto que implicaba su palma izquierda abierta y su mano derecha formando un círculo que impactaba constantemente contra su palma abierta. Loen se sonrió y asintió.
-¿Qué pasa?- arribó Iksa a la conversación.
Zagra repitió su broma para Iksa.
-No entiendo- dijo el toro- ¿qué se supone que significa ese gesto?-
-¡Razonar contigo es igual que razonar con paja!- se exasperó Loen. Zagra sonrió y explicó la broma a su amigo.
-Entonces, Loen- dijo Iksa maliciosamente- ¿eso es lo que quieres con esa muchacha de allá?- se sonrió- te apoyo en eso, hermano.-
Zagra aprobó.
-Déjenme en paz, demonios- dijo Loen enojado- no es como si fuese a hacerlo.-
-¿De quién hablan?- dijo Raubros a su espalda. Los tres amigos divagaron en sus respuestas, y Raubros la adivinó.
-No es como si fueras el primero, Loen- dijo Raubros mientras le tendía al león un par de gruesas rodelas de acero para los hombros- ha habido otros antes de ti y habrá más cuando te hayas ido- le tendió a Iksa unos guanteletes y rodilleras del mismo material- te daré el mismo consejo que le he dado a todos tus predecesores- terminó por darle una doble funda de espada a Zagra, que se ataba en la espalda- no actúes como un imbecil y llevarás la mitad del camino recorrido.-
-Eso será difícil para Loen- comentó Zagra- no es que sea precisamente un genio- Loen le asestó un golpe a Zagra en la cabeza con una de sus rodelas. Los tres amigos terminaron de arreglarse con sus nuevas armas y armaduras y se chocaron mutuamente.
-Se ven bien, muchachos- dijo Sark detrás de ellos- aunque les falta un toque final- se acercó a Zagra y le acomodó su capa a modo de que sus fundas en la espalda quedasen al descubierto y encajó en la funda vacía una segunda espada- la necesitaras- le aseguró al lobo; se giró hacía Loen, quien se incomodó un poco, e hizo lo mismo con su capa de león; finalmente a Iksa sólo le acomodó su camisa de algodón, que estaba torcida debido a su cota de malla- listo- anunció Sark- están listos para recibir sus órdenes.-
-¿Órdenes?- inquirió Zagra- lo siento niña pero no tomo órdenes de nadie.-
-Es más una petición que una orden, joven Zagra- le aseguró Raubros- necesitamos su ayuda para dar caza a esta dragona que buscamos.-
-¿Y cómo hemos de saber qué aspecto tiene?- inquirió Loen.
-Eso es fácil- dijo Sark- es una niña ante los ojos mortales; no tendrá más de quince años para ustedes, es de tez morena y complexión delgada, medirá un metro sesenta a lo sumo. Vestida con una larga túnica marrón, gastada y sucia, su nariz- afirmó- la tiene rota en la base, su cabello será marrón como su vestido y, esto es lo que la ha de delatar más que nada- entrecerró sus ojos como si fuera a decirles un gran secreto que sólo ella sabía- en su espalda hay un par de pequeñas alas, como de murciélago, tan marrones como su piel, cabello y ropaje- concluyó.
Zagra trató de formar en su mente la imagen de tal chiquilla, sin mucho éxito- y en caso de que la hallemos- dijo- ¿qué debemos hacer, matarla y traérselas?-
Raubros se rió- me gustaría ver que mataran semejante bestia- dijo- no, no la confronten, búsquennos y llévennos hasta ella, nosotros le capturaremos.-
-¿Y cómo se supone que los contactemos?- dijo Zagra- ¿a gritos?-
Iksa levantó su par de cuernos que llevaba atados a la cintura- esto puede servir- dijo. Loen y Zagra aprobaron. Raubros solicitó que probasen los cuernos para saber cómo sonarían en caso de que los soplaran.
-Pero no son cuernos normales- dijo Iksa- son cuernos de mina, mientras más metal halla cerca de ellos, mayor será el estruendo que produzcan.-
Raubros le insto a hacerlo de todos modos. Iksa se llevó los cuernos a la boca y sopló a través de ambos al mismo tiempo. El sonido de cada cuerno amplificado por el metal de todas las armaduras que les rodeaban habría bastado para despertar a cada animal en cinco kilómetros a la redonda; los dos cuernos hicieron retumbar el claro en su totalidad. Los caballos se asustaron, los perros de caza ladraron y los halcones rastreadores agitaron las alas despectivamente. A lo lejos, varias parvadas de aves alzaron un asustado vuelo. En el carromato que se encontraba al centro del claro, una mujer se despertó.
-Mierda- dijo Raubros- han despertado a nuestra señora.-
-Oye, amigo- dijo Iksa- ¡tú me pediste que probara los cuernos!-
-No importa eso- dijo Sark- nuestra señora se pondrá de muy mal humor por haberla despertado.-
-Será mejor que nos vayamos- dijo Zagra- no me gusta la realeza, siempre son… especiales- Raubros le sonrió.
-Vayan- dijo el alto hombre a la vez que les estiraba una bolsa llena de oro- y tomen esto, es lo más que les podemos dar- y les tendió también sus mochilas de viajes repletas de alimento para el viaje.-
Los tres guerreros se despidieron de sus anfitriones y emprendieron la marcha, pues ninguno se veía muy dispuesto a conocer a la Señora de la Orden del Tigre.
Justo cuando entraban en la espesura del bosque, Zagra se volteó a ver el carromato mientras sus amigos se adentraban a sus espaldas. La Señora de los Tigres- se burló Zagra con una sonrisa, viendo a lo lejos una figura femenina bajarse del lujoso vehículo tirado por percherones; en ese momento volvió a su mente el sueño de la noche antepasada, y su sonrisa se borró. Zagra se giró de nuevo al bosque, y alcanzó a sus amigos.
Los tres amigos sentaron campamento en un pequeño claro a un par de kilómetros de donde los Tigres, como Zagra denominó a sus recientes conocidos, se hallaban. Habían caminado todo el día y la noche los había alcanzado antes de lo esperado. Loen había hallado gratamente dos sacos de tabaco para pipa en su mochila, al igual que Iksa, y fumaba apaciblemente junto con su enorme amigo mientras Zagra preparaba un pequeño fardo de carne que había encontrado en su propia mochila, sazonándolo con especias que el mismo había recogido en el camino.
Después de una grata cena, y conversar sobre los nuevos hechos que se desenvolvían ante ellos, se recostaron a dormir. El sueño les atrapó con rapidez, y esta vez Zagra no soñó con lobos ni nada parecido. Loen se mantuvo perturbado en su sueño todo el rato e Iksa simplemente roncó a pierna suelta. Cuando la Luna estuvo en su cenit en el cielo, a la medianoche, Zagra se despertó sobresaltado, no había soñado siquiera, pero algo perturbó su sueño. Se levantó y desperezó a medias, giró a ver si había algo fuera de lugar, pero no vio nada que le perturbara. Se alejó para orinar en un árbol y en el camino arrojó una piedra a un pequeño árbol que vio en su camino. Terminado de haber hecho lo que tuvo que hacer, regresó al pequeño campamento y, sentado, sacó de su mochila un pedazo de pan seco que encontró en el fondo de la misma. Ahora resulta que tenemos que buscar una escuincla antes de poder seguir el camino- se dijo- aunque, ni siquiera yo sé hacía dónde íbamos- oyó un ruido que lo asustó y se puso de pie a la vez que llevaba un mano a su espada predilecta. Revisó hondamente el bosque en busca de algún animal que hubiese hecho el sonido pero sólo logró divisar el pequeño arbolito que había apedreado. Se volvió a sentar, pero dejó su espada a la mano, le soltó un par de mordidas más al pan que estaba devorando ávidamente- además- pensó- no es como si no tuviésemos algo mejor que hacer que buscar una niña perdida en el bosque, creo que esos…- dejó su pensamiento a la mitad y se levantó en el acto. Algo no andaba bien. El pequeño árbol que había apedreado había estado más lejos de él cuando se paró y lo apedreó. Ese árbol se movía. Desenvainó su segunda espada y se acercó al árbol con ambas espadas cruzadas enfrente de él en forma de equis. Entonces el árbol mostró lo que verdaderamente era.
Sark había tenido razón casi por completo. La niña era enteramente marrón, su piel, alas, cabello y ropaje; pero lo que resaltaba monstruosamente, incluso más que las perturbadoras alas de murciélago en su espalda, eran sus ojos. Eran tan blancos como la nieve. Los ojos de la pequeña niña-dragón eran brillantes por la luz de la Luna y observaban el claro atentamente, se posaron sobre los dormidos Loen e Iksa, en sus armas y, finalmente, de nuevo en el asustado Zagra. La niña-dragón cruzó sus brazos sobre sus pechos, como defendiéndose de un golpe que nunca cayó sobre ella. Zagra se adelantó más y más para observar atentamente a la criatura y comprobó que su nariz estaba rota, aunque de todas formas la pequeña tenía un aura de belleza bestial alrededor de ella. La niña aparto de si uno de sus brazos y lo alargó hacía Zagra.
-No me toques- dijo éste último- no quiero tener que lastimarte.-
Pareció que la niña no le oyó, o simplemente no le importó la amenaza, pues siguió alargando el brazo hasta que con la punta de su dedo índice toco el rostro de Zagra; aterrado, el lobo atacó a la niña con un fugaz movimiento de sus espadas, cruzándolas a manera de partir a la mitad a la niña-dragón. Pero sus espadas fallaron; la niña-dragón elevó un ligero vuelo con sus pequeñas alas, por encima del tajo de Zagra, y se quedo suspendida en el aire, agitando sus alas silenciosamente. Zagra, aterrado intentó retroceder, pero la niña le propinó un tremendo puntapié que le golpeó en la quijada y lo lanzó volando contra un árbol, Zagra lo golpeó de frente y de cabeza, con lo cual se estrelló su cabeza contra la raíz del árbol al caer. Loen e Iksa se despertaron ante el estruendo; Iksa comprendió lo que pasaba, muy contrario a una situación normal, y se llevó a la boca uno de sus cuernos, pues había dormido con él en la mano. Sopló con toda su fuerza y el sonido fue acarreado por el viento, la niña-dragón, asustada, cayó al suelo de rodillas. Se puso de pie de inmediato y corrió a propinarle una segunda patada al cuerno que Iksa sostenía en manos, para luego propinarle otra al mismo Iksa en el pecho. El toro salió volando y se estrelló contra otro árbol más cercano que en el que Zagra se encontraba tirado. Fue entonces que Loen la detuvo por detrás y la intento inmovilizar poniéndole los brazos por detrás. La niña-dragón sólo echó su cabeza hacía delante y le asestó un golpe en la barbilla a Loen, quien salió despedido hacía atrás. Zagra logró ponerse de pie y levantar una de las dos espadas que tenía, pues la otra se encontraba demasiado lejos de él.
-Son la Jauría- preguntó la niña-dragón en una aseveración, en tono neutro, por lo cual Zagra pensó que era una afirmación y no una pregunta.
-¿Qué somos qué?- dijo Zagra, escupiendo un poco de sangre.
-Son la Jauría- volvió a preguntar la niña-dragón asegurando, su tono no denotaba emoción o sentimiento alguno. A espaldas de Zagra, Iksa se puso de pie y se colocó al lado de él. Loen se levantó detrás de la niña-dragón, pero no fue tan estúpido como para volver a atacarla.
-Estamos muertos- aseguró Iksa a Zagra.
-No temas, Toro- dijo la niña-dragón- no tengo para con ustedes las mismas intenciones que ustedes para conmigo.-
-¿Qué?- dijo Iksa.
-No viene a hacernos daño- clarificó Zagra.
-Son la Jauría- volvió a preguntar aseverando.
-No sé que es la jauría, niña- dijo Loen- pero no somos parte de ella.-
-No son la Jauría- esta vez la niña ladeó su cabeza al preguntar aseverando, por lo cual Zagra comprendió que preguntaba en vez de afirmar.
-No, niña- dijo Zagra- mi nombre es Zagra Matatrolls- la niña se acercó a Zagra, esta vez el lobo no se inmutó, y tocó de nueva cuenta su rostro.
-Lobo- murmuró la niña, más para sí que para los tres allí reunidos. Giró su rostro hacía Iksa- Toro- aseguró, vio a Loen- León.-
Los tres guerreros relajaron sus armas y se acercaron a la niña.
-No creo que esta… esta… esta niña se un peligro, muchachos- dijo Iksa- tal vez sólo haya sido una terrible confusión por parte de Sark y Raubros- la niña-dragón se encogió ante la mención de esos nombres.
-¿Qué te sucede, niña?- inquirió Loen- ¿qué mosca te picó?-
-Tigres… carniceros- dijo la niña-dragón, aunque sin miedo en la voz.
-¿Qué tigres?- dijo Zagra.
-Raubros, Sark, la Princesa- dijo la niña-dragón; Zagra se encogió ante la mención de una princesa, pues recordó las palabras del troll parlante de las cordilleras Afar.
-¿Qué princesa?- dijo Iksa. La niña parecía a punto de responder cuando de repente un tronar de caballos se oyó a lo lejos.
-Son esos tipejos de la Orden del Tigre- dijo Loen, miró a Zagra- ¿qué hacemos?-
-Iksa, esconde a la niña esa detrás de ti, ya- dijo Zagra, el toro le obedeció. En segundos, seis percherones se abrieron camino a través del bosque. A la cabeza iba el joven y menudo Sabar, con Magier detrás de él.
-Oímos vuestro cuerno- dijo Sabar sin más.
-¿Qué ha pasado?- agregó Magier.
Loen estaba a punto de hablar cuando Zagra le interrumpió.
-Nada, jóvenes- dijo el lobo- sólo que creímos ver a la dragona que cazan.-
-¿Y?- dijo Sabar.
-Sólo era un murciélago demasiado grande- dijo Iksa, con la niña justo detrás de él.
-¿Qué tienes en la espalda, gorila?- dijo Sabar y, dando un golpe a su percherón, rodeó a Iksa. Detrás del toro no había nada. Sabar gruñó frustrado, Zagra vio entre las sombras que el brazo de éste sangraba.
-¿Algún combate reciente, joven amigo?- dijo Zagra, afable, contrariamente a su ácida actitud. Sabar lo vio a los ojos, desafiante.
-Mi señora suele ser… salvaje conmigo- sonrió y se dio la vuelta, dijo un par de cosas a sus hombres y los otros cinco partieron dejando a Sabar solo con los tres guerreros.
-¿Y esa señora de casualidad es la mismísima Princesa Eterna?- inquirió Zagra; Sabar trastabilló en su caballo lo suficiente para que Zagra se diera cuenta de que sí, en efecto, era la Princesa Eterna.
-No me vuelvas a hacer perder el tiempo, Zagra- dijo, sin ver o contestarle al lobo siquiera, pero Zagra ya tenía su terrible respuesta- o yo mismo me aseguraré que nunca seas capaz de volver a hacerlo.-
-Me gustaría mucho verte intentarlo, niño- dijo Zagra, burlonamente. Sabar se volteó a verlo con una mirada de odio puro e irracional.
-Campesino- dijo, y se fue.
-Estúpido prepotente de mierda- dijo Zagra, malhumorado- es que no puedo creer que…-
-Zagra- le interrumpió Loen- la niña no esta.- Zagra se giró a buscarla pero se dio cuenta de que Loen no mentía, la niña-dragón no estaba. Sin embargo, un pequeño árbol cerca de ellos empezó a moverse.
-Sal de ahí, niña- dijo Zagra- no te haremos daño alguno.- La niña se hizo presente de nuevo, y se acercó a ellos ladeando su pequeña cabeza.
-Por que no me entregaron- preguntó con su característico tono neutro.
-No teníamos por qué- dijo Zagra- ¿sabes?, también somos prófugos de la justicia, como tú.-
-Prófugos- concordó la niña-dragón. Loen entendió qué pretendía Zagra.
-Y como decimos en el Coliseo- dijo Loen, afable- o ganamos juntos o morimos juntos- la niña sonrió, y dejo a la vista dos hileras de agudos colmillos en su boca, ni Zagra ni Loen se inmutaron, pero Iksa sí.
-Hay que irnos de aquí, muchachos- dijo Iksa- por cómo te vio ese tipo, Zagra, seguro mandarán más hombres a investigar o simplemente molestarnos.-
-Estoy de acuerdo- dijo Loen. Y empezaron a levantar campamento.
-¿Vienes o te quedas?- dijo Zagra a la niña-dragón, conociendo ya su respuesta.
-Iré- dijo.
-Bien- dijo Zagra- creo que habrá que caminar hasta la noche de mañana, muchachos- dijo a Iksa y Loen, quienes suspiraron pero concordaron. Comenzaron su larga marcha hacía el sur.
-Zagra- dijo Loen, apartándolo de los otros dos- ¿quién rayos es la Princesa Eterna?- Zagra miró a su amigo.
-Te diré después Loen, ahora no- dijo el lobo. Más adelante, Iksa escoltaba a la niña, haciendo un gracioso contraste la grácil y pequeña niña junto con el enorme y tosco hombre que era Iksa. Zagra se adelantó y se puso junto a la niña.
-Síganme- dijo la niña sin más. Y se adelantó. Los tres amigos se miraron unos a otros y acordaron en silencio seguirla. Zagra volvió a ponerse al lado de la niña y le miró tanto tiempo que la niña volteó a verlo con sus ojos de nieve. Zagra se incomodó con esa mirada.
-¿Cómo te podemos llamar, niña?- dijo el lobo. La niña pareció pensar un rato en ello, volvió a mirar hacía el frente y se perdió su mirada, recordando sólo el creador sabía que, y permaneció callada tanto tiempo que Zagra pensó que ya no contestaría, hasta que de pronto se detuvo abruptamente y quedo entre Zagra, quien iba a la cabeza, y Loen e Iksa, quien cerraban la marcha. La niña-dragón se mantuvo en medio de ellos un largo rato hasta que se decidió a hablar.
-Me llamo Zarrih- sentenció.
3 Comments:
Se me hizo como capítulo de Star Wars de la nueva saga, aunque está largo pienso que es demasiado apresurado. Esa estúpida nariz delata a la mujer jajajajaja.
Rodrigo.
Jaja esta cotorro, me agrado aunque haces parecer a Iksa como que demasiado estupido. Fuera de eso esta cotorro jaja solo que si te descaraste con lo de Sark jaja
Has mejorado y se nota; espero que el hecho de que continues diciendo que Zagra se calmará (Lo de mamón) en el futuro es una promesa. Aunque sí, concuerdo que lleva muy poco la historia como para que ya se juzgue lo que sea de ella. Tus personajes lentamente se definen, más adelante trataré de hacerlo yo mismo. En fin, te cuidas mon-mon.
Dante
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