martes, enero 09, 2007

Crónicas de la Jauría

5 – El Toro Sagrado

Zagra y Loen bajaban cansadamente la ladera de la montaña. A lo lejos, Arclentari era una promesa; una esperanza de cobijo, comida caliente, un lecho donde dormir y un techo caliente. Arrastraban los pies después de un día de caminata a través de la montaña; habían hallado una docena más de trolls esparcidos por su camino, aunque ninguno parlante. Se habían intercambiado al “pasajero” que llevaban a cuestas desde que Loen se había cansado, pero el hombre seguía sin despertar y, aunque se veía sano, Zagra sospechaba que habría pescado alguna enfermedad que no pudiese ver vista por el ojo desnudo.
-Y bien- empezó Zagra- ¿por qué se supone que nos dirigimos hacía Arclentari?-
-Nací allí- dijo Loen- tengo deseos de ver a mis viejos amigos y a todos los del pueblo, antes de acompañarte en tu loca búsqueda de una muerte prematura.-
-No busco una muerte prematura- dijo Zagra, algo ofendido- además, no te invité a acompañarme, si mal no recuerdo.-
-No con palabras, si a eso te refieres- dijo Loen con aires de sabio. Zagra sólo le dedicó una cara de sobriedad hasta que Loen giró su vista de nuevo al frente.
El pequeño pueblo minero-agrario se veía apacible. Había un río que lo atravesaba de lado a lado, el Runn, de acuerdo con Loen, en donde un pequeño molino molía el grano y almacenaba los granos y cosechas que se obtenían. Alrededor del Runn, el pueblo acarreaba sus labores; las mujeres preparaban mantequilla; el panadero ya horneaba su pan; el herrero reparaba herraduras de caballo, herramientas de arado y afilaba espadas melladas; los mercaderes armaban sus carretas en la plaza central para empezar a vender sus productos mientras los niños jugaban en las calles. Sin embargo, fue la visión de los campos de trabajo lo que turbó a Loen; había hileras e hileras de hombres trabajando, encadenados de los pies unos a otros con grueso hierro negro; capataces supervisaban el trabajo de los hombres, “invitándolos” a seguir trabajando con látigos enormes. Loen veía a sus antiguos amigos y vecinos encadenados, forzándose al trabajo, quemados por el sol, con las manos deshechas por su labor. Lo veía sin querer ver. Lo veía sin poder creer. A lo lejos, un hombre había tropezado y estaba siendo castigado por tres hombres a la vez. A lo lejos. Loen estaba enceguecido por la ira, la bilis le nublaba la vista. Alcanzó a oír que Zagra decía algo, pero no escuchaba, no quería hacerlo. Soltó abrupta y bruscamente su carga humana y extrajo sus mazos de su cinturón. No gritó. No bramó. Sólo corrió enceguecido por la ira hacía los opresores.

Zagra veía los campos de cultivo con ojos desorbitados. O Loen había mentido sobre su pintoresco pueblo natal, o algo en verdad estaba yendo mal.
-Loen- dijo- ¿esto es normal?- Pero Loen no lo escuchaba; de pronto, y sin previo aviso, soltó al hombre que llevaba a cuestas y desenfundó sus mazos. Con una parsimoniosa calma, observó unos segundos más lo que sucedía ante sus ojos y, con el silencio de una sombra, se adelantó hacia los capataces.
-Matarán al idiota- fue todo lo que Zagra tuvo que pensar antes de desenvainar su espada y seguir a su amigo.

El capataz avistó a Loen metros antes de que Loen pudiese atacarlo, pues Loen arrastraba los pies, más que caminar; detrás del león, Zagra se acercaba con pasos más rápidos, aunque más cortos. El capataz se dio cuenta de que la pareja portaba armas y, asustado, silbó a sus colegas. Los demás capataces a su vez silbaron y todos los esclavos se detuvieron en seco.
-Detente en nombre de la Ley, hijo- dijo el capataz más cercano a Loen, un hombre con rostro que denotaba poca inteligencia, aunque mucha diligencia- estás violando la ley al acercarte armado a los campos de cultivo sin permiso explícito del gobernador.- Loen no oyó nada de lo que dijo el hombre, sólo siguió caminando inexorablemente hacía el capataz. El achaparrado individuo comenzó a retroceder hacía los esclavos, buscando protección.
-Iksa- dijo el hombre, tartamudeando- detén a este infeliz.-
Tres capataces se acercaron para liberar a un hombre. Si es que así se le podía llamar. Medía más de dos metros y era inmensamente ancho, sus brazos eran más gruesos que las piernas de Zagra, y los músculos le afloraban por todo el cuerpo desnudo hasta el torso. Recién liberado, el hombre se enderezó en toda su altura, ensombreciendo a los más cercanos a él, pues tapaba con facilidad el sol. El hombre se adelantó para enfrentar a Loen y Loen enarboló sus tremendos mazos para asestarle un golpe en el cuerpo. El golpe fue colosal, los mazos se movieron más rápido de lo que la vista podía seguir, pero el colosal hombre se movió igual de rápido para detenerlo. Los mazos de Loen no se movieron ni un centímetro más, aún cuando a Loen le saltaban las venas por el esfuerzo de moverlos. El enorme hombre, sin esfuerzo aparente y en un tremendo movimiento, lanzó volando por los aires a Loen con todo y sus mazos. Se tronó los nudillos y el cuello, y comenzó a avanzar sobre Zagra, quien ya sufría las heridas que seguramente iba a recibir; aún a sabiendas de esto, el lobo atacó. Loen había atacado sin pensarlo, pero Zagra era más ágil y podría evitar al hombre si pensaba deprisa. Corrió hacia el hombre agachando el cuerpo; justo cuando estaba frente a él, se deslizó entre sus piernas y, girando sobre sí mismo, le cortó las perneras del pantalón. El hombre gimió un poco, pero inmediatamente se giró con el codo alzado, dispuesto a golpearle el rostro a Zagra; el lobo apenas pudo esquivar el golpe aplastándose contra el suelo. Lanzó una estocada hacía el pecho del hombre, pero éste detuvo su espada a escasos centímetros de su piel. Con la rodilla derecha, le asestó un golpe en el pecho a Zagra, quien sintió como si un mazo le hubiese sido estrellado en las costillas. La espada de Zagra salió volando, y Zagra perdió esperanzas de que Loen le ayudase. El lobo lanzó una patada girando sobre de sí mismo, pero el enorme hombre detuvo sin esfuerzo la patada y elevó al lobo en el aire unos segundos, antes de lanzarlo hacía atrás, cayendo sobre de Loen. Ambos guerreros intentaron ponerse de pie, con poco resultado, ya que sus magulladuras eran impresionantes. Cuando el hombre se disponía a despacharlos, una esperanza les llegó de una pasada acción.
-Deténganse- dijo una voz que a la pareja de guerreros les resultó familiar- somos emisarios del Emperador Andrar El Único; si nos atacan, estarían atacando al mismo Emperador.-
Las palabras cayeron sobre todos los presentes como hierro. Se congelaron al instante, pues cualquiera que hablase con tal autoridad del Emperador no podía estar bromeando. Alguien ayudó a Zagra y Loen a ponerse de pie y la pareja de guerreros descubrió que era el joven guerrero que habían salvado en la montaña. Se le veía demacrado, pero firme. Zagra se sintió aliviado al ver al joven, los había salvado justo antes de que ese enorme bruto los rematase.
-Estos hombres nos atacaron mientras trabajábamos para el Emperador- dijo el capataz en jefe- somos humildes campesinos que se esfuerzan por conseguir el tributo de nuestro Señor el Emperador.-
-¡¿Campesinos?!- espetó Loen, escupiendo las palabras- mis viejos amigos se rompen el lomo bajo el llameante sol y las manos sobre la incandescente tierra mientras ustedes no hacen mas que desgarrar sus espaldas con látigos.- estaba iracundo, pero la ira ya no lo cegaba ni le nublaba el juicio, medía sus palabras y la cantidad de odio que deseaba transmitir- ¿Qué clase de pocilga se ha vuelto Arclentari?-
-¿Quién te crees para venir a hablar así de nuestro pueblo?- espetó el capataz- cuida tu boca o te mandaré ahorcar.-
-Es MI pueblo, también- dijo Loen, más tranquilo- soy Loen Leoncoeur, hijo de Pragnas- hubo un murmullo de reconocimiento, pero fue Iksa quien se fijo con más atención en Loen, y le reconoció como alguien más que un viejo poblador, lo reconoció como su amigo. Sin embargo, ni una palabra salió de Iksa de nuevo.
-Entonces debes de cumplir con la ley del pueblo- dijo el capataz- toda familia que aquí habite ha de proporcionar 10 monedas de oro mensualmente al Emperador, en caso contrario, deberán pagarlas con servidumbre, como los demás.-
-¡¿Servidumbre?!- explotó de nuevo Loen- ¡¡esto es esclavitud!!- Zagra puso una mano en el hombro de su amigo con esperanza de calmarlo, y fue el joven guerrero quien prosiguió hablando- no venimos a vivir aquí, sólo buscamos un lugar donde pasar la noche para seguir andando mañana.-
-Esta la Posada del Toro Tuerto- dijo el capataz- ahí hallarán acomodo, y ahora, esperemos que los emisarios del Emperador nos permitan continuar nuestras labores.-
-A los emisarios del Emperador les gustaría saber por qué es que si diez monedas por cabeza son enviadas de este pueblo, tan pocas llegan mes a mes- dijo el joven guerrero. El capataz apretó con fuerza su látigo. Zagra puso su mano en el hombro del guerrero y le dijo- No vale la pena- encaró al pequeño capataz y le lanzó una mirada asesina.
Los tres guerreros se alejaron. Iksa les siguió con la mirada hasta que se perdieron.
-Bueno, zánganos- bramaron los capataces- se terminó el descanso, vuelvan a lo suyo- y apuraron a los esclavos con sus látigos.

-¡Esto es inconcebible!- dijo Loen, agitado, sentado en una de las tres camas de la habitación en la posada; fuera, la noche avanzaba lentamente- ¿cómo es que mi pueblo se convirtió en un campo de concentración?-
-Calma Loen- dijo el joven guerrero, quien se había presentado como Thomas de Bérveri- es obvio que el Mariscal de la zona se estará encargando de ello.-
-¿Eres estúpido, niño?- dijo Loen, irritado- ¿o solamente pretendes serlo?-
-Calma león- dijo Zagra- no te la cargues con él, el pobre niño no tiene la culpa- suspiró mientras rebuscaba en su zurrón por una botella- además, hay poco que podamos hacer.-
Loen supo a que se refería Zagra. Le había prometido acompañarle a donde fuera, pero no podía simplemente dejar su pueblo abandonado y seguir como si nada. Tenía que hacer algo, no sabía qué, pero sabía que algo tenía que hacer. Pero tampoco podía entrometer a Zagra en esto, ni romper la promesa que le había hecho.
-Saben- dijo Thomas, sacando a Loen y Zagra de sus respectivos ensimismamientos- podemos mandar un mensaje al Mariscal o al Marqués, cuando menos, ellos sabrán que es lo que pasa aquí a ciencia cierta.-
Loen estaba a punto de hacer un comentario sarcástico, cuando llamaron a la puerta. El trío de guerreros centró su atención en la puerta.
Zagra se levantó y se aproximó a ella, pues era quien más cerca se hallaba de ella. Sin preguntar quien llamaba, abrió la puerta de par en par con entera confianza. El enorme hombre de nombre Iksa se encontraba afuera. Zagra dio un par de pasos atrás. Loen se puso de pie y, desafiante, le espetó al hombre- ¿qué demonios es lo que quieres, Iksa?-
-Dijiste que te llamabas Loen Leoncoeur, ¿me equivoco?- dijo el enorme hombre, sin cruzar el umbral.
-¿Y qué si lo dije?- espetó Loen.
-Ya veo- dijo Iksa, un poco dolido por la brusquedad de las palabras- viviste aquí toda tu infancia, ¿no es así?-
-Sí, lo hice- dijo Loen más exasperado. Iksa pareció más turbado, al ver que Loen no parecía reconocerle.
-Bien, ya veo- fue lo que logró decir.-
-Te recuerdo, Iksa Nazar- dijo Loen, impasible; Iksa alzó la mirada y la fijó en Loen- te recuerdo muy bien, viejo amigo. Si es que a eso has venido. Pero no me pidas que te salude, si es que tan bajo has caído- Iksa pareció empequeñecerse.
-No es como si lo hubiese elegido- declaró Iksa- toda la bonita historia que les contaron es mentira, no hay tributos ni nada parecido. Un día llegó una ordenanza del Mariscal, el gobernador estaba obligado a resignar su posición y entregarla al sujeto que portaba la ordenanza. Desde entonces comenzaron a llegar hombres de mala calaña, bandidos, salteadores y así. Un día, este hombre, Burkenhoff, declaró que el pueblo no producía lo suficiente para el Mariscal, y empezó a esclavizar a todo hombre que, como yo en esas épocas, no tuvieran un empleo remunerado- hasta entonces se decidió a entrar en el cuarto, que parecía pequeño comparado con él, Zagra cerró la puerta- este Burkenhoff es un lunático y un traidor al Imperio, como lo ha de ser el Mariscal- Thomas pareció incomodarse con tal aclaración, pero guardo silencio- nos ha mandado vez tras vez a las minas de las Cordilleras Afar, muy cerca de los Trolls- guardó silencio un momento como recordando de lo que hablaba, y prosiguió- los Trolls mataron a bastante de nosotros, y nos dimos cuenta que todos los pueblos que están en la falda de la Cordillera han sufrido la misma suerte. Todos están igualmente esclavizados- guardó un sepulcral silencio como en espera de que sus palabras surtieran algún cambio en sus interlocutores.
-Entonces es por eso que los Trolls están desalojando Afar- dijo Thomas- esto lo tengo que reportar con el Emperador; todo esto se sabrá, no se preocupen, sobre la esclavitud y el Mariscal y todo esto.-
-Eres profundamente ingenuo si crees que lograrás reportar cualquier cosa de lo que has visto u oído- dijo Iksa, con tono resignado- no son los primeros emisarios del Emperador en cruzar Arclentari o los demás pueblos; es cierto que han ido disminuyendo con el paso del tiempo, el Emperador de por sí no tiene por que saber de pueblo tan pequeños como el nuestro; han asesinado a cualquiera que pudiese haber reportado lo que sea al Emperador; el Mariscal no tiene ningún deseo de que el Emperador sepa cómo es que rige sus tierras, y en realidad, Andrar no se interesa mucho en cómo se rigen sus tierras con tal de que el obtenga su tributo y sus tierras le obedezcan.- les miró a todos con nostalgia y declaró- ninguno de ustedes saldrá vivo del pueblo.-
Un pequeño escalofrío recorrió la espalda de Zagra- Bien- empezó- eso es todo lo que quería saber sobre este pueblito tan pintoresco; larguémonos de aquí en este instante.-
-Un momento- dijo Loen- Iksa, ¿cómo es que sabes esto?-
-Los asesinan siempre- declaró- de hecho, en este momento los salteadores del gobernador se han de estar preparando para acabar con ustedes.-
-¿Y qué es lo que estas haciendo aquí?- inquirió Loen.
-Vine a advertirles- dijo Iksa, solemne- y a sacarlos de aquí.-
-Sabes bien qué implica eso, ¿me equivoco?- dijo Zagra.
-Oh, sí. Lo se demasiado bien- dijo Iksa con un gesto de despreocupación- pero me importa muy poco lo que sea de mí; es la primera vez que me doy cuenta de que alguien pueda hacer algo por mi pueblo- volteó a ver a Loen- además, quiero ayudar a un viejo amigo a salir de un apuro- Loen se sonrió.
-¿Cómo esperas sacarnos de aquí?- preguntó Zagra- debe de haber por lo menos dos docenas de estos hombres fuera del lugar, si lo que dices es verdad.-
-La puerta trasera- dijo Iksa- después los llevaré a los establos, donde podrán obtener caballos para salir de aquí.-
-¿Y si te descubren?- pregunto un preocupado Loen.
-Recen por que no sea así- dijo Iksa, solemne.
En menos de tres minutos habían reempacado todo lo que llevaban consigo y bajaban las escaleras en camino a la puerta trasera.
-Tienen que seguir rumbo al este en cuanto salgan del pueblo- les indicó Iksa sigan la cordillera, pero no se detengan en ningún pueblo ni a conseguir provisiones, puede ser muy peligroso, viajen de día en la vereda y de noche lejos de ella- se detuvo unos instantes a ver la puerta del frente, y pareció detenerse a oír algo, pero se dio media vuelta de nuevo y les dijo- llegarán a la guarnición Krass, desde ahí podrán…- en ese momento la puerta salió volando de sus goznes e hicieron su entrada tres hombres enormes, nada comparados con Iksa, sin embargo, enarbolando porras enormes.
Los tres guerreros encararon a los recién llegados, pero Iksa les instó a salir por atrás mientras el corría por delante encabezando la huida. Fuera, por delante, les estaban esperando un pequeño batallón de alabarderos y espadas a sueldo, Iksa les había salvado verdaderamente la vida. Corrieron tan rápido como sus piernas les permitían, pasando a través de pequeñas casas en donde niños dormían mientras sus padres bebían o hacían el amor. Zagra corría con ira, odiaba huir de las luchas casi tanto como odiaba matar, pero aún así corría. Sabía que era una muerte segura encarar a tantos hombres, y sólo esa razón le permitía correr sin remordimiento. Iksa se detuvo en seco frente a un pequeño establo.
-No tengo las llaves para abrirlo- afirmó con un tono de condena en su voz. Zagra le hizo a un lado y sacó su daga; con cuidado la introdujo en la cerradura del grueso candado y forcejeó unos segundos con él. El candado saltó en cuestión de segundos.
-Cosas que uno aprende por aquí y por allá- comentó Zagra mientras se guardaba la daga en la bota. Se adentraron en las caballerizas con cuidado, temiendo que alguien estuviese esperándoles ahí para emboscarlos, pero nadie salió a su encuentro. En el establo se encontraban bestias magníficas: corceles, sementales, poderosos percherones; sin embargo, Zagra sabía que no podían cabalgarlos todos, ni podían tampoco dejarlos, pues les perseguirían con ellos. Loen tuvo entonces la idea de liberarlos. Los guardias se distraerían en capturarlos y así podrían escapar a galope. Lo único que necesitaban era que Iksa les guiara a la salida.
En poco tiempo hubieron puesto las riendas en sus caballos, todos ellos percherones de raza pura, y soltado por el pueblo aquellos caballos que no les servirían. Iksa se trepó a un enorme percherón que era mucho más alto que Zagra y les guió.
-¿Esto significa que nos acompañarás?- dijo Thomas. Iksa sólo le dirigió una mirada fugaz y no respondió.
-No pensarás abandonar el pueblo, Iksa- exclamó Loen, mientras el mismo se trepaba a su percherón- ¡no pensarás abandonar a todos los que confían en que regreses mañana!-
-Asumo entonces que tienes un mejor plan que ése- dijo Iksa, algo molesto- viviré hoy para luchar mañana, Loen, es algo que nunca entendiste. No todos queremos vivir como leyendas, ¿sabes?- salieron al campo abierto donde varios de los caballos ya hacían estropicios y huían por todos los recovecos del pueblo, mientras que los pobres guardias les perseguían a la vez que portaban enormes alabardas. Los cuatro compañeros salieron a trote rápido intentando hacer el menor ruido posible; de repente y de la nada les salieron al paso tres alabarderos, y apuntaron sus filosas armas a ellos. Los alabarderos cargaron a la vez que Iksa desmontaba, exasperado, y les encaraba. Detuvo la carga de dos de ellos con cada brazo y los arrojó hacia atrás con la misma facilidad en que un niño arrojaría una pedrada. El tercero se frenó en seco y se llevó un enorme cuerno de toro a los labios, sopló con todas sus fuerzas, pero sólo consiguió que saliera un débil clamor del instrumento. Se le quedo mirando estupefacto.
-Sólo alguien digno es capaz de sonar esos cuernos- dijo Iksa, con odio en la voz- no permitiré que los de tu clase hagan uso de los viejos cuernos de las minas- y, dicho esto, se lanzó sobre el hombre, quien apenas logró comenzar su alarido cuando Iksa le estrujo la garganta como si fuese un pedazo de paja. El cuerpo del hombre cayó sin vida, e Iksa se alzó triunfal con el cuerno que había portado el difunto. Zagra se percató de que Iksa traía un cuerno propio en la cintura, también de toro, al parecer. Iksa subió al percherón de nuevo, y los cuatro compañeros cabalgaron hacia el este, lejos de Arclentari, siguiendo las Cordilleras Afar. En el camino de noche y lejos de él de día.
-Loen- empezó Zagra, poco después de perder de vista Arclentari- ¿qué son esos cuernos que tomó Iksa?-
-Son los cuernos mineros- dijo Loen- te habrás percatado que el hombre quien “perdió” ese cuerno no pudo soplarlo adecuadamente. Eso se debe a que los cuernos de toro requieren de unos pulmones enormes para sonar adecuadamente, se usaban en las minas para hallar oro y demás metales pues la resonancia producida por el cuerno de toro rebota en estos metales tan preciados y permite saber donde se encuentran.-
Zagra pensó unos momentos y se sonrió. Alcanzó a Iksa a galope y se le quedó viendo.
-Iksa el Toro Sagrado, ¿huh?- dijo a un confundido Iksa, y se alejó sin dar más explicación.
La Jauría crece- se dijo Zagra- y eso es bueno. Condenadamente bueno.

3 Comments:

Blogger IkSa said...

Pues esta bastante cotorro jaja. Me agrado mi personaje aunque no se aclara bien sus objetivos, pero bastante chusco el asunto. Espero que le sigas para ver como se completa la jauria jaja

5:48 p.m.  
Blogger Rodrigo said...

Hippie. Pues debe ser algo bueno lo que sigue porque como que no me convencio mucho el capitulo, de cualquier forma apenas va empezando así que veremos en que termina.

6:33 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Mamadas, superman, batman y hulk en busca del santo grial.

Como sea, siempre te he respetado como escritor, y, puedo decir que entretiene, aunque los personajes osn un poco mamones, lo interesante es que 2 de ellos mataron a un webo de trolls y no se enfrentaron a humanos. Sigue con tu cuento quiero ver como llegan flash y spidey.

6:38 p.m.  

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