lunes, febrero 19, 2007

Edgar Emperador


DIOS MIO, DEBEN VER ESTO. SIMPLEMENTE NO TIENE MADRE.

domingo, febrero 11, 2007

Crónicas de la Jauría

Hola gente!! Les entregó el séptimo y, hasta ahora, más largo capítulo de mi saga. Disfrútenlo y comenten!!
¡¡¡¡Por Colmillos y Garras!!!!

7 – Zarrih

Los tres compañeros se asentaron a descansar y beber agua no muy lejos del linde del bosque; Iksa y Zagra habían charlado enérgicamente todo el trayecto, pero Loen se había mantenido a raya de la conversación, taciturno y huraño. El león estaba aún meditando en el reciente conocimiento que había obtenido sobre Zagra; Iksa, como siempre, olvidaba con facilidad y dejaba ser las cosas como debían ser, no juzgaba hasta ver. Loen, en cambio, no podía dejar de lado tales hechos, ni podía alejar de su mente la imagen de Zagra partiendo limpiamente en dos a aquel hombre. No era posible que alguien como él fuese tan brutalmente salvaje y, sin embargo, ¿no había luchado como un poseso cuando se enfrentaron en el coliseo? En todo esto pensaba el león cuando de repente un brazo le rodeó los hombros, salió de su ensimismamiento y se dio cuenta de que era Zagra.
-¿Hundido en tus pensamientos, gatito?- dijo Zagra con una sonrisa alegre- si no cuidas por dónde vas acabarás de cabeza en la madriguera de un mapache.-
Loen sonrió. Tal vez Iksa tuviera razón, no había gran veracidad en el hecho de que alguien tan torpe y noble como Zagra fuese semejante asesino. Pero Loen no habría sobrevivido tanto en el coliseo dejándose llevar por lo que veía. Un segundo y enorme brazo se posó en su hombro por el otro lado.
-Vaya, Loen- dijo Iksa- te ves cansado, ¿será que el bosque ha adormilado tus sentidos?-
Loen se soltó de ambos y se volvió hacía ellos con una sonrisa.
-¿Eso creen?- dijo, aún sonriendo- veamos quien esta más dormido.-
-Venga- dijo Zagra, y se lanzó sobre su amigo.
Zagra atrapó a Loen entre su brazo y antebrazo izquierdo a la altura del cuello y apretó, asfixiando a su amigo; Loen se zafó de su llave y derribo al lobo contra la hierba húmeda, cayendo de rodillas sobre su pecho. Zagra, sonriendo, aunque un poco frustrado, golpeó las costillas de Loen varias veces hasta que logró sobreponerse a él, derribándolo a su vez colocando su codo sobre su garganta, Loen le torció el brazo y lo puso de cara contra la hierba. En ese momento Iksa los apresó con sus manos y lo elevó en el aire.
-Dejen de actuar como niños chiquitos y compórtense bien- dijo mientras sus dos amigos se alisaban las ropas aún en el aire, sonriendo y riendo- tenemos que atravesar lo más que podamos de día para que no nos alcance la noche.-
En ese momento un tronido atravesó el bosque. El soplar de un cuerno.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó Iksa, quien desconocía todo aspecto de la guerra.
-Un cuerno, toro- dijo Zagra, sin voltearle a ver- y no creo que sea un cuerno de caza.
A lo lejos sonaron más cuernos por todo el bosque; ahí donde sonaban, las aves levantaban el vuelo, asustadas por el estruendo.
-Vayamos a ver qué esta pasando- dijo Loen y, sin esperar a ver si los otros dos le seguían, salió al encuentro de quienes soplaban esos cuernos.
La curiosidad matará al León- se dijo Zagra, y lo siguió junto con Iksa.
Llegaron a un claro donde se reunían tropas alrededor de un carromato; infantería y arqueros por igual se alineaban alrededor del carromato como a la espera de órdenes, y quienes las daban eran un par de guerreros, un alto y delgado, aunque fornido, hombre de tez blanca y cabello castaño oscuro, vestido con una brillante armadura, en su mejilla derecha tenía un extraño tatuaje: una media luna invertida sobre de un par de líneas que lucían como rasguños; y una mujer relativamente baja, de piel blanca y cabello castaño claro, quien vestía, a diferencia de su compañero, ropa menos protegida, una camisa de cuero con hombreras y, aunque también tenía unos pantalones de cuero, una falda de tamaño desigual, el lado derecho era terriblemente largo, pues casi tocaba el suelo, mientras que el izquierdo apenas habría cubierto su entrepierna de no ser por el pantalón. Mientras observaban todo esto, más hombres se reunían en el claro, eran al menos seis veintenas de ellos, todos ellos armados hasta los dientes, y muy bien armados. De repente, una voz áspera y mordaz sorprendió a los tres guerreros que espiaban el claro.
-¿Y quién demonios se supone que son ustedes tres?- dijo el dueño de la voz.
Zagra, Loen e Iksa se giraron al mismo tiempo; observaron al recién llegado del mismo modo que la serpiente observa a la mangosta antes de atacar. Era un muchacho joven, tal vez más joven que incluso Zagra, de tez morena y cabello castaño oscuro. Portaba una espada corta que traía desenvainada y una pequeña rodela de acero tachonado que tenía amarrada en el codo izquierdo. Su armadura, aunque pobre, se veía de buena calidad y mucha dureza; Zagra notó que el joven no estaba solo, detrás de él había más de treinta hombres, pero el que más destacaba era otro joven, de la edad de Loen, sino es que un poco más grande, de cabello negro y largo, terriblemente largo, un rostro duro y enorme, achaparrado pero con una espalda tan ancha como la de Loen, quien le sacaba al menos una cabeza.
-Danos tu nombre, y te daremos los nuestros- dijo Loen al joven que iba a la cabeza.
-¿Por qué habría de presentarme ante tres hombres muertos?- dijo el joven.
Zagra desenvainó su espada con velocidad inhumana y la puso al cuello del joven.
-Tal vez quieras repetir eso, niño- dijo el lobo. Los arqueros y ballesteros que le acompañaban apuntaron de inmediato a los tres guerreros. Iksa se sobresaltó, pero no hizo nada ya que no portaba arma alguna más que sus puños, los cuales cerró con furia. Loen, en cambio puso sus manos sobre de sus mazos gemelos.
-Tal vez quieran morir jóvenes- dijo Loen, sonriendo- venga, veamos cuantos de ustedes mueren antes de que empecemos a sudar.-
Pero los interrumpió una voz femenina, cargada de autoridad.
-¿Qué esta sucediendo por allá?- se escucho decir a la voz- Sabar, Magier, ¿qué demonios pasa?-
Los dos hombres jóvenes que estaban frente al trío de guerreros se congelaron en el acto. En pocos momentos, la mujer que Zagra había visto dando órdenes al batallón del claro hizo su aparición justo detrás de él. De tan cerca, Zagra podía incluso contar las pecas que la muchacha, quien resultó ser más joven de lo que al principio creía el lobo, tenía en todo el rostro, las cuales le conferían más belleza de la que de por sí irradiaba. Loen pareció notarlo también, pues él incluso tuvo un leve rubor en sus mejillas por escasos segundos.
-¿Y quiénes son ustedes, estimados viajeros?- dijo la mujer, esta vez sin irritación en su voz.
-Me llaman Loen- dijo el susodicho en el acto, Zagra se sonrió- ellos son mis amigos, Zagra e Iksa- atropellaba sus palabras al decirlas.
-Con calma, niño- dijo el hombre alto que habían visto también dando órdenes en el claro, quien acaba de hacer su aparición- díganme, ¿por qué estaban fisgoneando aquí desde las sombras, no estarían pensando en robarnos, o sí?- dijo con una afable sonrisa.
-¿Me llamas ladrón?- dijo Zagra en el acto, la sonrisa del hombre se mantuvo- estábamos viajando a través del bosque cuando oímos sus cuernos retronar, nos acercamos a ver qué sucedía, eso es todo.-
-Vaya- comenzó la mujer- Zagra Matatrolls “El Lobo” y Loen Leoncoeur “El León” en persona- los mencionados estuvieron sorprendidos de que la mujer incluso supiera sus apodos, pero ninguno lo dejó ver a nadie- hace siete días nos llegó una ordenanza desde Río Negro de apresarles si les veíamos, pero esta misma mañana nos llegó otra desde Krass de anular la primera- sonrió- supongo que el grandote de ustedes es Iksa Nazar “El Toro”-
Zagra esta vez sí se inmutó, al igual que Loen e Iksa. La muchacha se rió.
-Su amigo Thomas mandó la ordenanza en persona. Y Thomas resulta ser un conocido mío envió una carta junto con la ordenanza pidiéndonos ayudarles en su travesía por el Bosque Eterno.-
-No creo que ésa sea la razón por la cual traen un pequeño ejército- dijo Iksa- y tampoco creo que estén cazando sin más- añadió.
-Eres tan perspicaz como grande, ¿no es así?- dijo el hombre alto- de hecho, sí, estamos cazando, aunque nuestra presa no es una normal.-
-Pero por favor- dijo la muchacha- sígannos a nuestro campamento, ahí les daremos algo de comer mientras nos cuentan más sobre ustedes.-
-¿Y quién te dijo que te contaré de mí, mujer?- dijo Zagra, la muchacha se sonrió- Oh- dijo ésta- no necesito saber mucho de ti, Zagra, sólo quería ver sí eras tan maleducado como me dijo Thomas- Zagra se rió ante esto- además- añadió la muchacha- se ve que necesitan un buen baño.-
Zagra siguió, junto con Loen e Iksa, a la mujer.

-Me llamo Sark Saoc- dijo la muchacha, mientras los tres guerreros devoraban su comida en una mesa de madera al aire libre en el claro: asado de res con papas- ellos- señaló al hombre alto, al muchacho joven y al achaparrado muchacho de cabello largo- son Raubros Kion, Sabar Feind y Magier Ear- los susodichos saludaron- somos los comandantes del ejército que ven a su alrededor.-
Zagra alzó la vista de la comida que devoraba, con un trozo de ella aún en la boca, dijo:
-¿Qué hacen aquí?-
Sark no se inmutó ante la pregunta, sólo continuó viéndolo sin más, Zagra se molestó.
-¿Por qué quieres saber eso, niño?- dijo Raubros- ¿alguna necesidad imperiosa de saber lo que pasa a tu alrededor, o simplemente el vano deseo de sentirte importante?-
Zagra le lanzó una mirada asesina.
-Queremos saberlo para saber qué es tan imperioso que se necesita todo un batallón para hacerlo- dijo Iksa- no pueden negar que despierta curiosidad el hecho de que tantos hombres estén en pos de algo en un bosque.-
-Eso no implica que sea de su incumbencia- dijo Sabar- no tenemos por qué darles explicaciones.-
-Cazamos dragones- dijo Sark, a lo cual Sabar se giró a verla, pero Sark continuó- cazamos, de hecho, una dragona joven. Es una dragona engañosa, pues toma la forma de una niña humana para despistar a quienes la ven, y después devorarlos. Es un peligro para nuestro pueblo.-
-¿Y qué pueblo es ése?- inquirió Zagra, esta vez sin comida en la boca o el plato.
-Kirial non Kirial- dijo Raubros- el recinto de los Guerreros de la Orden del Tigre- con lo cual señaló el tatuaje que llevaba en el rostro.-
-Kirial non Kirial- se repitió Loen- ¿no es la regente de ese feudo la misma sobrina del Emperador Andrar?-
-En efecto, León- dijo Sark, sonriendo- nuestra señora es una de las más poderosas aliadas de Nuestros Señor Andrar.-
-Todo esto es muy interesante- dijo Zagra sarcásticamente- pero no explica qué es lo que quieren de nosotros.-
-Ayudar- dijo Raubros y se encogió de hombros- es lo que nos pidió nuestra señora en cuanto leyó la carta de su primo Thomas.-
-¿Thomas es… hijo del Emperador?- dijo Loen, incrédulo ante tal hecho.
-Oh, creí que ya lo sabían- dijo Sark- es por eso que el mismo ha dado la ordenanza de no perseguirlos más.-
Zagra se sonrió. Incluso ya sin estar con ellos el condenado muchacho seguía ayudándolos.
-Se ve que necesitan dirección- dijo Raubros- eso se los podemos dar, y Thomas nos pidió ayudarlos en todo lo posible.-
-Eso implica- comenzó Sabar- alimentarlos, bañarlos, guiarlos y armarlos.-
-¿Armarnos?- dijo Iksa- ¿en el sentido de darnos armas?-
-No- dijo Sark, sarcástica- en el sentido de lanzarlos al bosque, desnudos.-
Iksa no entendió sino hasta que Loen lo golpeo y le explicó la ácida broma.
-¿Y a qué esperamos?- dijo Iksa, ansioso de al fin portar un arma y estar a la par de sus amigos- ¡vamos a por ello!-

Raubros y Sark guiaron al trío a un pequeño puesto de madera recién armado en el claro.
-¿Se preparan para combate abierto?- le preguntó Zagra a Raubros.
-Estamos dispuestos a quedarnos en este lugar hasta que hallemos a la dragona que estamos buscando- contestó Raubros- nuestra señora requiere que la hallemos antes que nada pues, de estar suelta, representa un tremendo peligro para el bienestar del Imperio.-
-¿Es que un dragón puede hacer tantos estragos en estos días?- inquirió el lobo.
-Nunca te has enfrentado a uno, ¿cierto, joven amigo?- preguntó Raubros.
-Nunca- contestó Zagra- y no soy tu amigo- añadió mordazmente. Raubros se rió.
En ese momento llegó Iksa junto a ellos.
-¿Qué pasa, grandote?- dijo Zagra.
-Estaba intentando conversar con aquello dos- señaló a Loen y Sark- pero simplemente no se puede. Cuando Loen le echa el ojo a alguien, no es fácil que se lo quite de encima.-
-Sark- dijo Raubros- una belleza fría y ácida- se rió- no les recomiendo que intimen con alguien de su tipo, les cortaría el cuello tan rápido como les daría un beso.-
-Dile eso a Loen- dijo Zagra, y se sonrió.
En el puesto había todo tipo de armas dispuestas para el trío de amigos.
-Toma, Zagra- Raubros le tendió una cota de malla al lobo- siempre úsala debajo de tu ropa. Aprenderás que tres cuartas partes de ganar una batalla son no salir herido- Zagra se quitó la ropa de encima y se colocó la cota mientras sus amigos hacían lo propio con lo que les iban dando.
-Toma, Iksa- dijo Sark, a la vez que le tendía una hacha descomunalmente grande al toro- sólo recuerda que lo que importa no es el tamaño del arma, sino quien la blande- el toro asintió ante la aseveración y sostuvo el hacha entre sus manos, probando su peso y agilidad- es un buen arma- afirmó Iksa, y sonrió para sí mismo.
-Para ti, Loen- se giró Sark hacía el león- toma- le tendió un gruesa armadura de cuerpo completo, más ligera que la que ya portaba él. Loen la tomó presuroso y empezó a quitarse su vieja armadura para probarse la nueva.
Zagra batallaba con su cota de malla cuando Sark apareció para ayudarle con ella.
-No eres muy hábil, ¿cierto?- dijo la muchacha al lobo- no es como si fuera una gran ciencia hacer esto- le ajustó la malla con fuerza- listo- confirmó satisfecha.
-Esto pesa- dijo Zagra- no demasiado, pero siento el peso.-
-Es un peso que te salvará la vida muchas ocasiones, niño- dijo Sark.
Zagra le sonrió a la muchacha y volteó a ver a sus amigos.
-Déjame ayudarte con eso, gatito- dijo a Loen y se encaminó hacía él no sin antes despedirse de Sark con un gesto de manos que implicaba alzar sus dedos pulgar, índice y corazón.
Loen batallaba con su armadura, aunque sólo por que necesitaba atársela por detrás y no alcanzaba.
-¿Te gusta esa tipa, no es cierto, Loen?- dijo Zagra a su amigo, sonriendo.
Loen alzó la vista rápidamente hacía Zagra, con un leve rubor en el rostro.
-¿Qué te hace pensar eso?- inquirió Loen. Zagra le sonrió y puso su mano en el hombro de su amigo.
-Loen, las mujeres sólo sirven para algo- y alzó ambas manos en un obsceno gesto que implicaba su palma izquierda abierta y su mano derecha formando un círculo que impactaba constantemente contra su palma abierta. Loen se sonrió y asintió.
-¿Qué pasa?- arribó Iksa a la conversación.
Zagra repitió su broma para Iksa.
-No entiendo- dijo el toro- ¿qué se supone que significa ese gesto?-
-¡Razonar contigo es igual que razonar con paja!- se exasperó Loen. Zagra sonrió y explicó la broma a su amigo.
-Entonces, Loen- dijo Iksa maliciosamente- ¿eso es lo que quieres con esa muchacha de allá?- se sonrió- te apoyo en eso, hermano.-
Zagra aprobó.
-Déjenme en paz, demonios- dijo Loen enojado- no es como si fuese a hacerlo.-
-¿De quién hablan?- dijo Raubros a su espalda. Los tres amigos divagaron en sus respuestas, y Raubros la adivinó.
-No es como si fueras el primero, Loen- dijo Raubros mientras le tendía al león un par de gruesas rodelas de acero para los hombros- ha habido otros antes de ti y habrá más cuando te hayas ido- le tendió a Iksa unos guanteletes y rodilleras del mismo material- te daré el mismo consejo que le he dado a todos tus predecesores- terminó por darle una doble funda de espada a Zagra, que se ataba en la espalda- no actúes como un imbecil y llevarás la mitad del camino recorrido.-
-Eso será difícil para Loen- comentó Zagra- no es que sea precisamente un genio- Loen le asestó un golpe a Zagra en la cabeza con una de sus rodelas. Los tres amigos terminaron de arreglarse con sus nuevas armas y armaduras y se chocaron mutuamente.
-Se ven bien, muchachos- dijo Sark detrás de ellos- aunque les falta un toque final- se acercó a Zagra y le acomodó su capa a modo de que sus fundas en la espalda quedasen al descubierto y encajó en la funda vacía una segunda espada- la necesitaras- le aseguró al lobo; se giró hacía Loen, quien se incomodó un poco, e hizo lo mismo con su capa de león; finalmente a Iksa sólo le acomodó su camisa de algodón, que estaba torcida debido a su cota de malla- listo- anunció Sark- están listos para recibir sus órdenes.-
-¿Órdenes?- inquirió Zagra- lo siento niña pero no tomo órdenes de nadie.-
-Es más una petición que una orden, joven Zagra- le aseguró Raubros- necesitamos su ayuda para dar caza a esta dragona que buscamos.-
-¿Y cómo hemos de saber qué aspecto tiene?- inquirió Loen.
-Eso es fácil- dijo Sark- es una niña ante los ojos mortales; no tendrá más de quince años para ustedes, es de tez morena y complexión delgada, medirá un metro sesenta a lo sumo. Vestida con una larga túnica marrón, gastada y sucia, su nariz- afirmó- la tiene rota en la base, su cabello será marrón como su vestido y, esto es lo que la ha de delatar más que nada- entrecerró sus ojos como si fuera a decirles un gran secreto que sólo ella sabía- en su espalda hay un par de pequeñas alas, como de murciélago, tan marrones como su piel, cabello y ropaje- concluyó.
Zagra trató de formar en su mente la imagen de tal chiquilla, sin mucho éxito- y en caso de que la hallemos- dijo- ¿qué debemos hacer, matarla y traérselas?-
Raubros se rió- me gustaría ver que mataran semejante bestia- dijo- no, no la confronten, búsquennos y llévennos hasta ella, nosotros le capturaremos.-
-¿Y cómo se supone que los contactemos?- dijo Zagra- ¿a gritos?-
Iksa levantó su par de cuernos que llevaba atados a la cintura- esto puede servir- dijo. Loen y Zagra aprobaron. Raubros solicitó que probasen los cuernos para saber cómo sonarían en caso de que los soplaran.
-Pero no son cuernos normales- dijo Iksa- son cuernos de mina, mientras más metal halla cerca de ellos, mayor será el estruendo que produzcan.-
Raubros le insto a hacerlo de todos modos. Iksa se llevó los cuernos a la boca y sopló a través de ambos al mismo tiempo. El sonido de cada cuerno amplificado por el metal de todas las armaduras que les rodeaban habría bastado para despertar a cada animal en cinco kilómetros a la redonda; los dos cuernos hicieron retumbar el claro en su totalidad. Los caballos se asustaron, los perros de caza ladraron y los halcones rastreadores agitaron las alas despectivamente. A lo lejos, varias parvadas de aves alzaron un asustado vuelo. En el carromato que se encontraba al centro del claro, una mujer se despertó.
-Mierda- dijo Raubros- han despertado a nuestra señora.-
-Oye, amigo- dijo Iksa- ¡tú me pediste que probara los cuernos!-
-No importa eso- dijo Sark- nuestra señora se pondrá de muy mal humor por haberla despertado.-
-Será mejor que nos vayamos- dijo Zagra- no me gusta la realeza, siempre son… especiales- Raubros le sonrió.
-Vayan- dijo el alto hombre a la vez que les estiraba una bolsa llena de oro- y tomen esto, es lo más que les podemos dar- y les tendió también sus mochilas de viajes repletas de alimento para el viaje.-
Los tres guerreros se despidieron de sus anfitriones y emprendieron la marcha, pues ninguno se veía muy dispuesto a conocer a la Señora de la Orden del Tigre.
Justo cuando entraban en la espesura del bosque, Zagra se volteó a ver el carromato mientras sus amigos se adentraban a sus espaldas. La Señora de los Tigres- se burló Zagra con una sonrisa, viendo a lo lejos una figura femenina bajarse del lujoso vehículo tirado por percherones; en ese momento volvió a su mente el sueño de la noche antepasada, y su sonrisa se borró. Zagra se giró de nuevo al bosque, y alcanzó a sus amigos.

Los tres amigos sentaron campamento en un pequeño claro a un par de kilómetros de donde los Tigres, como Zagra denominó a sus recientes conocidos, se hallaban. Habían caminado todo el día y la noche los había alcanzado antes de lo esperado. Loen había hallado gratamente dos sacos de tabaco para pipa en su mochila, al igual que Iksa, y fumaba apaciblemente junto con su enorme amigo mientras Zagra preparaba un pequeño fardo de carne que había encontrado en su propia mochila, sazonándolo con especias que el mismo había recogido en el camino.
Después de una grata cena, y conversar sobre los nuevos hechos que se desenvolvían ante ellos, se recostaron a dormir. El sueño les atrapó con rapidez, y esta vez Zagra no soñó con lobos ni nada parecido. Loen se mantuvo perturbado en su sueño todo el rato e Iksa simplemente roncó a pierna suelta. Cuando la Luna estuvo en su cenit en el cielo, a la medianoche, Zagra se despertó sobresaltado, no había soñado siquiera, pero algo perturbó su sueño. Se levantó y desperezó a medias, giró a ver si había algo fuera de lugar, pero no vio nada que le perturbara. Se alejó para orinar en un árbol y en el camino arrojó una piedra a un pequeño árbol que vio en su camino. Terminado de haber hecho lo que tuvo que hacer, regresó al pequeño campamento y, sentado, sacó de su mochila un pedazo de pan seco que encontró en el fondo de la misma. Ahora resulta que tenemos que buscar una escuincla antes de poder seguir el camino- se dijo- aunque, ni siquiera yo sé hacía dónde íbamos- oyó un ruido que lo asustó y se puso de pie a la vez que llevaba un mano a su espada predilecta. Revisó hondamente el bosque en busca de algún animal que hubiese hecho el sonido pero sólo logró divisar el pequeño arbolito que había apedreado. Se volvió a sentar, pero dejó su espada a la mano, le soltó un par de mordidas más al pan que estaba devorando ávidamente- además- pensó- no es como si no tuviésemos algo mejor que hacer que buscar una niña perdida en el bosque, creo que esos…- dejó su pensamiento a la mitad y se levantó en el acto. Algo no andaba bien. El pequeño árbol que había apedreado había estado más lejos de él cuando se paró y lo apedreó. Ese árbol se movía. Desenvainó su segunda espada y se acercó al árbol con ambas espadas cruzadas enfrente de él en forma de equis. Entonces el árbol mostró lo que verdaderamente era.
Sark había tenido razón casi por completo. La niña era enteramente marrón, su piel, alas, cabello y ropaje; pero lo que resaltaba monstruosamente, incluso más que las perturbadoras alas de murciélago en su espalda, eran sus ojos. Eran tan blancos como la nieve. Los ojos de la pequeña niña-dragón eran brillantes por la luz de la Luna y observaban el claro atentamente, se posaron sobre los dormidos Loen e Iksa, en sus armas y, finalmente, de nuevo en el asustado Zagra. La niña-dragón cruzó sus brazos sobre sus pechos, como defendiéndose de un golpe que nunca cayó sobre ella. Zagra se adelantó más y más para observar atentamente a la criatura y comprobó que su nariz estaba rota, aunque de todas formas la pequeña tenía un aura de belleza bestial alrededor de ella. La niña aparto de si uno de sus brazos y lo alargó hacía Zagra.
-No me toques- dijo éste último- no quiero tener que lastimarte.-
Pareció que la niña no le oyó, o simplemente no le importó la amenaza, pues siguió alargando el brazo hasta que con la punta de su dedo índice toco el rostro de Zagra; aterrado, el lobo atacó a la niña con un fugaz movimiento de sus espadas, cruzándolas a manera de partir a la mitad a la niña-dragón. Pero sus espadas fallaron; la niña-dragón elevó un ligero vuelo con sus pequeñas alas, por encima del tajo de Zagra, y se quedo suspendida en el aire, agitando sus alas silenciosamente. Zagra, aterrado intentó retroceder, pero la niña le propinó un tremendo puntapié que le golpeó en la quijada y lo lanzó volando contra un árbol, Zagra lo golpeó de frente y de cabeza, con lo cual se estrelló su cabeza contra la raíz del árbol al caer. Loen e Iksa se despertaron ante el estruendo; Iksa comprendió lo que pasaba, muy contrario a una situación normal, y se llevó a la boca uno de sus cuernos, pues había dormido con él en la mano. Sopló con toda su fuerza y el sonido fue acarreado por el viento, la niña-dragón, asustada, cayó al suelo de rodillas. Se puso de pie de inmediato y corrió a propinarle una segunda patada al cuerno que Iksa sostenía en manos, para luego propinarle otra al mismo Iksa en el pecho. El toro salió volando y se estrelló contra otro árbol más cercano que en el que Zagra se encontraba tirado. Fue entonces que Loen la detuvo por detrás y la intento inmovilizar poniéndole los brazos por detrás. La niña-dragón sólo echó su cabeza hacía delante y le asestó un golpe en la barbilla a Loen, quien salió despedido hacía atrás. Zagra logró ponerse de pie y levantar una de las dos espadas que tenía, pues la otra se encontraba demasiado lejos de él.
-Son la Jauría- preguntó la niña-dragón en una aseveración, en tono neutro, por lo cual Zagra pensó que era una afirmación y no una pregunta.
-¿Qué somos qué?- dijo Zagra, escupiendo un poco de sangre.
-Son la Jauría- volvió a preguntar la niña-dragón asegurando, su tono no denotaba emoción o sentimiento alguno. A espaldas de Zagra, Iksa se puso de pie y se colocó al lado de él. Loen se levantó detrás de la niña-dragón, pero no fue tan estúpido como para volver a atacarla.
-Estamos muertos- aseguró Iksa a Zagra.
-No temas, Toro- dijo la niña-dragón- no tengo para con ustedes las mismas intenciones que ustedes para conmigo.-
-¿Qué?- dijo Iksa.
-No viene a hacernos daño- clarificó Zagra.
-Son la Jauría- volvió a preguntar aseverando.
-No sé que es la jauría, niña- dijo Loen- pero no somos parte de ella.-
-No son la Jauría- esta vez la niña ladeó su cabeza al preguntar aseverando, por lo cual Zagra comprendió que preguntaba en vez de afirmar.
-No, niña- dijo Zagra- mi nombre es Zagra Matatrolls- la niña se acercó a Zagra, esta vez el lobo no se inmutó, y tocó de nueva cuenta su rostro.
-Lobo- murmuró la niña, más para sí que para los tres allí reunidos. Giró su rostro hacía Iksa- Toro- aseguró, vio a Loen- León.-
Los tres guerreros relajaron sus armas y se acercaron a la niña.
-No creo que esta… esta… esta niña se un peligro, muchachos- dijo Iksa- tal vez sólo haya sido una terrible confusión por parte de Sark y Raubros- la niña-dragón se encogió ante la mención de esos nombres.
-¿Qué te sucede, niña?- inquirió Loen- ¿qué mosca te picó?-
-Tigres… carniceros- dijo la niña-dragón, aunque sin miedo en la voz.
-¿Qué tigres?- dijo Zagra.
-Raubros, Sark, la Princesa- dijo la niña-dragón; Zagra se encogió ante la mención de una princesa, pues recordó las palabras del troll parlante de las cordilleras Afar.
-¿Qué princesa?- dijo Iksa. La niña parecía a punto de responder cuando de repente un tronar de caballos se oyó a lo lejos.
-Son esos tipejos de la Orden del Tigre- dijo Loen, miró a Zagra- ¿qué hacemos?-
-Iksa, esconde a la niña esa detrás de ti, ya- dijo Zagra, el toro le obedeció. En segundos, seis percherones se abrieron camino a través del bosque. A la cabeza iba el joven y menudo Sabar, con Magier detrás de él.
-Oímos vuestro cuerno- dijo Sabar sin más.
-¿Qué ha pasado?- agregó Magier.
Loen estaba a punto de hablar cuando Zagra le interrumpió.
-Nada, jóvenes- dijo el lobo- sólo que creímos ver a la dragona que cazan.-
-¿Y?- dijo Sabar.
-Sólo era un murciélago demasiado grande- dijo Iksa, con la niña justo detrás de él.
-¿Qué tienes en la espalda, gorila?- dijo Sabar y, dando un golpe a su percherón, rodeó a Iksa. Detrás del toro no había nada. Sabar gruñó frustrado, Zagra vio entre las sombras que el brazo de éste sangraba.
-¿Algún combate reciente, joven amigo?- dijo Zagra, afable, contrariamente a su ácida actitud. Sabar lo vio a los ojos, desafiante.
-Mi señora suele ser… salvaje conmigo- sonrió y se dio la vuelta, dijo un par de cosas a sus hombres y los otros cinco partieron dejando a Sabar solo con los tres guerreros.
-¿Y esa señora de casualidad es la mismísima Princesa Eterna?- inquirió Zagra; Sabar trastabilló en su caballo lo suficiente para que Zagra se diera cuenta de que sí, en efecto, era la Princesa Eterna.
-No me vuelvas a hacer perder el tiempo, Zagra- dijo, sin ver o contestarle al lobo siquiera, pero Zagra ya tenía su terrible respuesta- o yo mismo me aseguraré que nunca seas capaz de volver a hacerlo.-
-Me gustaría mucho verte intentarlo, niño- dijo Zagra, burlonamente. Sabar se volteó a verlo con una mirada de odio puro e irracional.
-Campesino- dijo, y se fue.
-Estúpido prepotente de mierda- dijo Zagra, malhumorado- es que no puedo creer que…-
-Zagra- le interrumpió Loen- la niña no esta.- Zagra se giró a buscarla pero se dio cuenta de que Loen no mentía, la niña-dragón no estaba. Sin embargo, un pequeño árbol cerca de ellos empezó a moverse.
-Sal de ahí, niña- dijo Zagra- no te haremos daño alguno.- La niña se hizo presente de nuevo, y se acercó a ellos ladeando su pequeña cabeza.
-Por que no me entregaron- preguntó con su característico tono neutro.
-No teníamos por qué- dijo Zagra- ¿sabes?, también somos prófugos de la justicia, como tú.-
-Prófugos- concordó la niña-dragón. Loen entendió qué pretendía Zagra.
-Y como decimos en el Coliseo- dijo Loen, afable- o ganamos juntos o morimos juntos- la niña sonrió, y dejo a la vista dos hileras de agudos colmillos en su boca, ni Zagra ni Loen se inmutaron, pero Iksa sí.
-Hay que irnos de aquí, muchachos- dijo Iksa- por cómo te vio ese tipo, Zagra, seguro mandarán más hombres a investigar o simplemente molestarnos.-
-Estoy de acuerdo- dijo Loen. Y empezaron a levantar campamento.
-¿Vienes o te quedas?- dijo Zagra a la niña-dragón, conociendo ya su respuesta.
-Iré- dijo.
-Bien- dijo Zagra- creo que habrá que caminar hasta la noche de mañana, muchachos- dijo a Iksa y Loen, quienes suspiraron pero concordaron. Comenzaron su larga marcha hacía el sur.
-Zagra- dijo Loen, apartándolo de los otros dos- ¿quién rayos es la Princesa Eterna?- Zagra miró a su amigo.
-Te diré después Loen, ahora no- dijo el lobo. Más adelante, Iksa escoltaba a la niña, haciendo un gracioso contraste la grácil y pequeña niña junto con el enorme y tosco hombre que era Iksa. Zagra se adelantó y se puso junto a la niña.
-Síganme- dijo la niña sin más. Y se adelantó. Los tres amigos se miraron unos a otros y acordaron en silencio seguirla. Zagra volvió a ponerse al lado de la niña y le miró tanto tiempo que la niña volteó a verlo con sus ojos de nieve. Zagra se incomodó con esa mirada.
-¿Cómo te podemos llamar, niña?- dijo el lobo. La niña pareció pensar un rato en ello, volvió a mirar hacía el frente y se perdió su mirada, recordando sólo el creador sabía que, y permaneció callada tanto tiempo que Zagra pensó que ya no contestaría, hasta que de pronto se detuvo abruptamente y quedo entre Zagra, quien iba a la cabeza, y Loen e Iksa, quien cerraban la marcha. La niña-dragón se mantuvo en medio de ellos un largo rato hasta que se decidió a hablar.
-Me llamo Zarrih- sentenció.

martes, febrero 06, 2007

Estupido...

Hola gente, les dejo esto pa que vean cuan estupido soy!!
'The

Mientras mas bajo el numero, menos estupido, ok?
Les dejo el link pa que lo vean uds mismos, que tan estupidos son?

http://www.nerdtests.com/ft_stupid.php?im

lunes, febrero 05, 2007

Crónicas de la Jauría

Hola gente!! Les entrego el sexto capitulo de mi Saga. Disfrutenlo!!

6 – El Carnicero de Burngerhorn

El grupo de cuatro guerreros caminaba a cansados pasos a través del terrible clima que azotaba el Desierto de las Dunas Blancas. Zagra y Loen ya se habían quitado de encima las pesadas capas de lobo y león que usaban para cuidarse del clima, pues les hacían sudar más agua de la que lograban ingerir en los efímeros descansos que se daban. Marchaban hacía el este desde hace ya cuatro días, se habían cruzado ya con tres diligencias reales, las cuales les habían dado provisiones suficientes para llegar hasta la Guarnición Krass, Thomas les había dado cartas escritas directamente para Lord Durnholl, el lord regente del norte, segundo al mando sólo al Emperador Andrar, con esperanzas de que el problema de Arclentari se arreglara. Ya se habían cruzado con varias docenas de salteadores de caminos y habían vencido a todos. Loen y Thomas siempre les mataban y remataban a los que Zagra e Iksa dejaban vivos, puesto que los dos últimos trataban de nunca matarlos, pero Loen y Thomas compartían la opinión de que si estaban muertos podrían dormir tranquilos esa noche. Tormentas de arena les azotaban día y noche, había veces que las dunas por las que transitaban empezaban a hundirse y debían cambiar de rumbo y otras veces en las que perdían de vista las montañas y daban vueltas en círculos hasta que las volvían a encontrar. El Desierto proporcionaba una defensa natural infranqueable para el Emperador y sus tropas, pero para la pequeña banda de guerreros representaba una muerte segura. Cuando la noche del cuarto día cayó, los cuatro se sentaron al lado de una pequeña fogata que Loen logró avivar; Iksa y Loen fumaban tranquilamente de sus pipas un poco de tabaco.
-Llevamos ya demasiado tiempo viajando hacía Krass- dijo Zagra- ¿Cuándo se supone que llegaremos?- sacó su capa de su zurrón y se arropó con ella, en la noche, el frío era brutal en el desierto- ya me estoy cansando de comer pan seco y racionar mi agua.-
Sus compañeros le miraron de soslayo mientras ingerían la pobre comida que les tocaba a cada uno: un trozo de pan seco y duro y unos cuantos tragos de agua. El desierto acabaría pronto con ellos de no encontrar el camino a Krass lo antes posible. Zagra se sumió en sus pensamientos y pronto empezó a dormitar. Loen e Iksa terminaron de fumar afablemente sus respectivas pipas y conversaron unos minutos sobre Arclentari, el tema que había sido objeto de sus charlas los últimos tres días; ellos, al igual que Zagra, comenzaron a dormitar después de un rato. Fue Thomas quien se ofreció a ser vigía para que los demás durmiesen bien esa noche. Desvió la mirada de la fogata, la cual habían decidido dejar prendida pues las criaturas del desierto podían ver en la oscuridad y ellos no, de esta manera, conservaba su visión nocturna al no cegarse por las llamas del fuego. Era una noche tranquila, las arenas del desierto parecían no proponerse agitarse esa noche y Thomas bebía tranquilamente un poco de agua extra que le tocaba por hacer guardia, probablemente la razón que tuvo para querer hacerla, a la vez que se arropaba con una raída capa de viaje. La noche avanzó mientras Thomas mantenía una fiera guardia, pero con el paso del tiempo, entró en la duermevela y dejó de guardar tan bien su lugar de reposo, de haberlo hecho, probablemente se habrían ahorrado mucho sufrimiento.

Zagra caminaba de nuevo a cuatro patas, vagaba por el bosque en un alegre trote lento a la luz de la luna llena. Seguía el rastro de una pequeña liebre que llevaba ya cazando varias horas y la adrenalina de la caza le entusiasmaba; aunque se había estado sintiendo perseguido desde hace rato, no había logrado captar nada en el viento con su agudo olfato, así que dejó de importarle después de un rato. La liebre ya llevaba rato huyendo de Zagra, pero el Lobo sabía que tarde o temprano se cansaría y sería suya, ya podía saborear la dulce carne del animalejo, su sangre tibia y dulce vertiéndose en su garganta, el sonido de sus vértebras al tronarse bajo la presión de sus colmillos, sentir cómo la vida del animal se escapaba de su cuerpo para entrar en el de Zagra, en fin… el Lobo ya saboreaba la caza. De pronto entró en unos pequeños matorrales y avistó por fin a su tan ansiada presa justo del otro lado. La liebre se estaba limpiando el rostro con movimientos entrecortados, aún estaba agitada y tenía los sentidos agudizados esperando que llegara su cazador. Zagra se tensó de inmediato y avanzó lentamente hacía su presa, un paso tras otro, arrastrándose sobre su pecho, cuando estaba a tan sólo unos metros de poder saltar sobre su presa, un tremendo rayo naranja se le cruzó y la liebre desapareció. Zagra se sobresaltó ante tal cosa, pero de inmediato se vio en la búsqueda de lo que le había robado a su tan ansiada presa. Corrió a través del bosque siguiendo un rastro de sangre, presumiblemente de la libre, hasta que llegó a un claro donde se encontraba lo poco que quedaba de ésta. Siguió el rastro carmesí que había dejado el atacante hasta que se perdió en unos arbustos, pero los arbustos prontamente empezaron a moverse alrededor de Zagra, como si algo enorme se moviera entre ellos. El Lobo miró atentamente a ellos hasta que logró distinguir un par de ojos pardos entre las hojas; los ojos le miraron atentamente, hipnóticamente, hasta que Zagra salió de su ensimismamiento y encaró a las sombras que había en el arbusto.
-Estás muy lejos de tu hogar, joven lobo- dijo la bestia con una voz grave- deberías volver a casa antes de hacer problemas ajenos propios.-
-Los problemas que haga propios son míos para hacerlos- dijo Zagra- yo seré quien los resuelva.-
-Un lobo no puede cambiar sus hábitos, no puede aprender nuevos trucos… ¿En verdad crees que en cuanto sepan qué eres no se alejarán de ti?-
-Cuando llegue el momento, se alejarán de todos modos, no veo por qué temer lo inevitable.-
-No puedes aplazar lo impostergable, no puedes detener lo inevitable- en ese momento, la bestia abrió sus fauces. Zagra vio dentro de ellas y sólo pudo ver sombras y oscuridad eternas, tembló- vuelve a casa, lobo extraviado, antes de que te quedes atrapado en la trampa del cazador.-
-Así sea- dijo Zagra en tono desafiante- no temo a ningún cazador.-
-Me temerás a mí, estúpido insensato- dijo la bestia, y rugió.

Zagra se despertó bañado en sudor sólo para ver cómo Thomas se acercaba apresuradamente a él y sus dos compañeros.
-Zagra- lo zarandeó el muchacho con un ceño de preocupación en su rostro- hay algo allá afuera.-
-Tranquilo, muchacho, tranquilo- le espetó Zagra aún adormilado- ¿qué demonios es?-
-No lo sé- contestó Thomas- son ruidos y nada más- y se alejó a despertar a Loen e Iksa.
Zagra se puso de pie y volteó hacia todos lados en busca de agresores, sin hallarlos. Se desperezó y se levantó del frío suelo arenoso del desierto; habiéndose puesto ya la capa encima, se acercó a sus tres acompañantes. Loen aún parecía dormido, aunque estaba de pie y arreglándose su propia capa; Iksa se veía alerta, pero no preocupado; en cambio, Thomas era un amasijo de nervios.
-¿Y si son bestias del desierto?- preguntó- he oído que hay gusanos de arena y escorpiones gigantes en el desierto.-
-Los hay- aseguró Iksa- pero éstos no son sus terrenos de caza, sea lo que sea, camina a dos patas.-
Los cuatro compañeros levantaron el pequeño campamento y se aprestaron para marcharse. Si continuaban la marcha toda la noche, llegarían a la guarnición Krass justo en el ocaso. No era una promesa alentadora si se tenía en cuenta que cada día dormían menos y se cansaban más, pero debían llegar antes de la próxima noche. Debían hacerlo.
Una vez que todos estaban listos, partieron de nuevo hacía el este y, aunque la amenaza de lo que fuera que fuese que había alertado a Thomas seguía en la mente de todos, iban con paso confiado, firme y constante.
No muy lejos de donde habían partido, Zagra se rezagó lo suficiente para ponerse a la altura de Loen, quien cerraba la marcha.
-No reacciones- empezó Zagra- nos han estado siguiendo desde que dejamos el campamento.-
-¿Por qué no nos lo habías dicho?- inquirió Loen, sin voltearle a ver.
-Quería estar seguro de que nos seguía- dijo Zagra sin más explicación- nos atacarán prontamente, ¿sabes? Iksa y Thomas estarán desprevenidos, pero quiero que tú no lo estés, ten la mano cerca de tus mazos, ¿de acuerdo?- y se alejó del león.
Loen se le quedo viendo a Zagra unos momentos; él no había visto u oído nada en todo el trayecto, y pensó que tal vez sólo eran locuras de Zagra, aún así, mantuvo la mano cerca de sus mazos. Sin embargo, Loen pensó en por que Zagra siempre se mantenía al margen de la lucha, siendo tan fácil sacar a sus atacantes de las sombras. Ensimismado en sus pensamientos, no percibió que detrás de él se movía alguien.
Los salteadores atacaron no mucho después de que Zagra se alejara de Loen, saltaron desde detrás de unas pequeñas piedras que se levaban hacia el cielo. Eran quince. Iksa no contaba con arma alguna además de sus puños, pero aún así logró apañárselas con tres hombres al mismo tiempo. Thomas y Loen estaban acorralados entre siete más, pero eran lo suficientemente capaces de encargarse de ellos. Zagra se encontraba solo contra cinco salteadores; se quitó la capa del hombro izquierdo para que no le estorbara a la hora de usar su espada y desenvainó su cuchillo dentado, y se lanzó a la refriega.
Iksa había dejado inconscientes a dos de los tres hombres con quienes luchaba, pero el tercero le estaba dando problemas debido a las múltiples lanzas que llevaba consigo, Loen y Thomas habían dado cuenta ya de cinco de los siete hombres y Zagra se había despachado ya a tres de sus atacantes, los otros dos estaban al borde de huir cuando Iksa soltó un bramido de dolor. Zagra giró y vio que su amigo estaba siendo atravesado por una de las lanzas del hombre, no veía bien en que parte la tenía clavada, pero no le importó, su amigo estaba en problemas, y su ira lo dominó. Zagra cargó contra el hombre bramando a su vez mientras colocaba su arma detrás de él, para cortar verticalmente, en pocos segundos alcanzó al sorprendido salteador que atacaba a Iksa, quien trató de ensartar a Zagra en una de sus lanzas también, sin éxito alguno. Zagra salvó la distancia que quedaba entre él y el salteador con un tremendo salto, elevó su espada al aire y la descargó sobre el cráneo del atacante. La espada de Zagra se deslizó a lo largo del hombre como un cuchillo caliente a través de la mantequilla, el hombre se dobló en un borbotón de sangre y vísceras y cayó partido en dos. Los tres asaltantes que quedaban vivos y conscientes emprendieron la huida. Loen y Thomas, aunque aturdidos por semejante acto de salvajismo, remataron a los heridos. Zagra se quedó viendo al charco de sangre que segundos antes había sido un hombre, se volteó a ver a sus acompañantes, su mirada enloquecida.
-¿Están bien?-inquirió.
-Lo estamos- dijo Loen por todos.
-Bien- dijo Zagra, y se giró a ver de nuevo al charco de sangre.
Detrás de él, Thomas cayó desmayado.
-Recógelo, Iksa- dijo Zagra, indiferente, aún viendo el charco- debemos llegar a Krass.-
Iksa se lo puso al hombro y, junto con Loen, anduvo todo el camino detrás de Zagra.

Thomas se despertó justo cuando entraban en Krass y el sol se ocultaba, los guardias parecían haberlo reconocido y les permitieron el paso para atenderlo. Loen e Iksa no habían cruzado palabra con Zagra desde el incidente. El médico del lugar recostó a Thomas y le atendió, pidiéndoles a los otros tres que se retiraran del pabellón médico.
-Les agradezco que hayan cuidado de Lord Thomas- dijo un hombre maduro, de barba entrecana, a los tres guerreros justo hubieron salido.
-Es un amigo- dijo Iksa- es lo menos que hubiésemos hecho por él.-
-Amigos de Lord Thomas, ¿huh?- inquirió el caballero- me parece que no nos han presentado, mi nombre es Ismund Derant.-
-¿El General Supremo del Emperador?- inquirió Iksa.
-En efecto- aseguró Ismund- sólo que mi título es Cidero, no General, subí de rango hace mucho tiempo.-
-Cidero- dijo Zagra, sin voltearse a encarar al hombre- eso significa que has ganado una batalla cuando se te creía muerto, ¿me equivoco?-
-En efecto- sonrió Ismund- gané la última batalla de la Guerra Negra cuando se me creía muerto, sólo que en realidad estaba sin sentido.-
-Y tirado en tu cama mientras tus hombres morían y tú te bañabas de gloria, ¿me equivoco?- dijo Zagra.
-¿Quién eres, muchacho?- dijo Ismund, indignado- muéstrate.
Zagra se giro, exasperado, a encarar al anciano caballero.
-Me llaman Zagra- dijo- mis compañeros- y señaló a Iksa y Loen- Iksa Nazar y Loen Leoncoeur.-
-¿Zagra?- dijo Ismund, sin prestar atención a los otros dos- ¿Zagra Matatrolls?-
-¿Me conoce, anciano?- inquirió Zagra.
-Nunca nos han presentado, pero he oído de ti- dijo Ismund- vienes de las tierras del Sur, ¿no es así? El vagabundo ladrón.-
-Ladrón sería exagerar- dijo Zagra- vagabundo, bien, todos vagamos alguna vez en esta vida, a menos que finjamos estar muertos, por supuesto.
Ismund le lanzó una mirada asesina.
-Buscaré donde podamos pasar la noche, amigos- dijo Zagra, dispuesto a marcharse.
-No tienes por qué- dijo Ismund- pasarán la noche en la barraca siete, junto con Lord Thomas- Zagra le miró una vez más, y se marchó.
-No deberían viajar con gente de esa clase- dijo Ismund a Loen e Iksa cuando Zagra se perdió de vista- sólo traen malos augurios con ellos.-
-¿A qué se refiere?- inquirió Iksa.
-¿No lo saben?- se sorprendió Ismund- ¿nunca han oído hablar de Burngerhorn?-
Iksa y Loen lo negaron.
-Bien- dijo Ismund- parece que tendré que decirles con qué están viajando.-

Entraron en los aposentos de Ismund, una enorme y apacible habitación en el fortín en cuyo centro crepitaba un enorme fuego; había comida y bebida digan de un marqués en ese lugar, y tanto Loen como Iksa comieron hasta saciarse. Cuando la noche ya estaba avanzada y Loen había dado santo y seña de todo lo que había sucedido desde que Zagra y él partieron de Río Negro, omitiendo por ignorancia el hecho de que había trolls parlantes armando una guerra, Ismund les contó lo que él sabía de Zagra.
-Es un asesino- puntualizó sin más- en el sur se le conoce muy bien, y Más Allá del Sur se le sabe como el peor mercenario con el que uno se pueda cruzar. ¿Han oído hablar de Burngerhorn?- Loen e Iksa dieron negativas- Una hermosa metrópoli- dijo Ismund- ancha y vasta como Río Negro, capital de un pequeño reino al sur del nuestro. Su joven compañero tiene un titulo muy peculiar que se relaciona con tal ciudad. Le llaman el Carnicero de Burngerhorn- esperó a ver cómo surtían efecto sus palabras.
-No creo que haya nada de malo con ser carnicero, lord Ismund- dijo Iksa, Loen le propinó un tremendo coscorrón y continuó- no creo que Zagra tenga capacidad de hacer una carnicería.-
-No lo creas sino lo quiere creer- dijo Ismund- el hecho es que tu amigo asesinó, a saber de rumores nunca comprobados, aunque no exagerados, a más de setenta y ocho personas en ese lugar. Cuentan que incluso cortaba a los muertos aún a sabiendas de que lo estaban, dicen que se le perdía la mirada mientras los mataba, que podía cortar sin esfuerzo a un hombre por la mitad si se le venía en gana- Loen e Iksa se miraron, recordando- aunque por supuesto, eso es sólo un mito nacido del miedo, dudo que un hombre como tu, Iksa, pueda rebanar a un hombre por la mitad, mucho menos alguien tan menudo como Zagra. En todo caso, se le dio el ultimátum Raubrosiano, que consiste en amnistía por sus actos a cambio de su abandono del reino. Y huyó como perro entre las patas, pues decenas de mercenarios fueron contratados para matarlo y cobrar venganza, nunca lo hicieron, por lo que veo.-
Loen meditó un poco sobre lo que acaba de oír- Me niego a creerlo- dijo sin más.
-Yo tampoco lo creo- dijo Iksa- es demasiado amable, demasiado tonto, me atrevo a decir, para ser todo eso que usted dice.-
-¿No ha hecho nada… fuera de lo común?- inquirió Ismund.
-Nada- dijo Loen, sin permitir que Iksa hablara- no desde que le conozco, al menos.-
-El hecho de que le haya faltado al respeto no implica…-comenzó Iksa.
-Esto no tiene nada que ver con eso- le atajó Ismund- su amigo es un asesino y no puede quedarse aquí.-
-¿Y a dónde se supone que vayamos?- dijo Loen indignado- ¡no hay un solo pueblo cerca de aquí!-
-Al Bosque Eterno, no me importa en verdad- dijo Ismund, impaciente- sólo que los quiero fuera de mi fuerte. Pueden retirarse.-
Loen e Iksa se pusieron de pie, el primero, fúrico; el segundo, dolido. Se acercaron a la puerta y, justo cuando la iban a cruzar, Ismund les llamó.
-Loen, Iksa- dijo- los quiero fuera de Krass, antes del atardecer de mañana.-
Y salieron.

Loen e Iksa se dirigieron a la barraca siete, donde dormía su amigo. Taciturnos, no discutieron lo escuchado en toda la noche. Al llegar a su cuarto, vieron a Zagra dormido, roncando a pierna suelta y apacible. No podían imaginar que alguien como él fuese un asesino. Sin embargo, esa misma mañana lo habían visto destrozar a un hombre sin esfuerzo…
La mañana llegó tan rápido como la noche vino, y Zagra se desperezó con desgana.
-Ismund nos quiere fuera lo antes posible- dijo Loen, sin verlo.
-¿Por qué?- inquirió Zagra- no nos podemos ir sin Thomas.-
-Por qué así lo quiere Ismund- dijo Loen, aún sin voltearle a ver- Thomas de todos modos se iba a quedar aquí, ¿recuerdas? Lo podremos ver antes de irnos.-
-Prepárate y sal en cuanto estés listo- dijo Iksa- estaremos haciendo los preparativos.-
Y salieron de la cabaña.
Zagra arregló las pocas cosas que traía consigo y las guardó en su zurrón, no tardo mucho en seguir a sus amigos.
Iksa y Loen lo esperaban en el pabellón médico, junto a la cama de Thomas. Le habían explicado ya su razón de partida y demás a su joven amigo.
-No puede ser- había dicho Thomas- déjenme hablar con lord Ismund y arreglaré esto.-
-No tiene por qué, amigo- dijo Loen- de todos modos hemos de partir, ya nos han preparado raciones de comida suficientes y pues… sólo veníamos a decir adiós.-
-Suena mejor hasta pronto- abordó Zagra a sus tres amigos, y tendió una mano a Thomas, quien yacía en cama aún. Thomas se la estrechó con ambas manos y sonrió.
-Te habría acompañado hasta el fin del mundo Zagra- dijo con una sonrisa- pero hasta aquí llega el mundo que conozco, lamentablemente.-
-Lo sé, amigo, cuídate- dijo Zagra afectuosamente.
-Tiene quien lo cuide- dijo Iksa, poniendo un brazo alrededor del cuello de Zagra.
-¿Y quién te cuidara a ti, grandote?- dijo Thomas, con una sonrisa triste- ohh… váyanse antes de que me ponga peor- dijo- no me gustan las despedidas.-
-Nos volveremos a ver- dijo Loen- no sé cuando, dónde ni por qué, pero lo volveremos a hacer, amigo mío.-
Todos abrazaron a Thomas, y partieron.
No muy lejos de Krass, Zagra propuso marchar a través del Bosque Eterno, pues conocía una gran metrópoli al otro lado. Iksa y Loen, aunque reacios, aceptaron el rumbo.
Zagra abrió la marcha. Iksa le siguió de cerca y Loen se rezagó, empezando a desconfiar de su amigo. Puso la mano en su gladius, que aún no sabía blandir, y la quitó de inmediato de ahí. No seas tonto- se dijo- no es como si fuese a matarte sólo por que sí en pleno día- sin embargo hubo algo que lo hizo cambiar de parecer, tal vez fue el modo en que los ojos de Zagra brillaron cuando se giró a verlo y la luz brilló en ellos justo antes de entrar en la negrura del bosque o tal vez fue simplemente el recuerdo de cómo Zagra partió en dos a aquel hombre, Loen no lo supo jamás, pero su mano volvió a posarse en la empuñadura del gladius. Y no se movió de ahí hasta el anochecer.
Aunque los Lobos siempre cazan al anochecer.
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